martes, 1 de septiembre de 2009

Flamenco

Importa no estar dormido

José Bergamín

Siguiendo el dictamen del aire que lo dibuja

Lope de Vega

Nada más elocuente que un tablao en silencio. Lo que habla es de pisadas, taconazos, golpes que se repiten de golpe, caderas duras, espaldas rectas, brazos que serpentean. Su elocuencia nace de su ausencia de palabras. De esos golpes tribales que llegan donde las palabras sobran o faltan. El flamenco es una sensualidad contenida, una oscuridad luminosa, es una provocación instintiva, tibia. Enseña a vivir con nuestras pasiones. Enseña a llevarlas. Lleva una gracia que luego se muestra en el mundo. Enseña a mirar. Otorga un don del alma con el que se puede andar un poco más ligero. Es mortal y pasajero, como todo lo que vive y merece ser recordado. Ver flamenco es como ver una corrida. La mujer convoca al duende y solo si lo logra bailó de verdad. El torero convoca al toro, y solo si él acepta, toreó de verdad. Eso es lo único que se busca al ver flamenco: no es un asunto de cuerpos y bellezas. Es una belleza que sucede en el alma que puebla el cuerpo y la interpreta.
Viendo el baile uno entiendo que hay cosas que ya se acabaron. No se esperan resurrecciones: solo hay que aprender a mirar. Solo se mira aquello que pide ser mirado, aunque aquello que uno mira no lo sepa. Y ese cuerpo que se mueve en el tablao invita a tomarse la muerte con más calma. La muerte llega a cada paso y cada taconeo puede ser ella sonriente. Torean algo que está ahí, en el aire, y que solo vemos si lo hacen bien, sino no vemos nada.
Es el fuego más blanco, el más azul. Es el tiempo que se tensa como un arco.

2 comentarios:

  1. Olé!

    qué me dices del golpe de los tacones en la madera? no sólo mirar, también se escucha con el cuerpo.

    dejé de bailar después de ver a Joaquín Cortés!
    =(
    O se hace bien...!

    dos besos

    ResponderEliminar