jueves, 17 de noviembre de 2011

#lasmercedespuntocero: Lucas García y Rodrigo Blanco, libreros por un día en Alejandría.


La tarde anunciaba lluvia y el anuncio fue real. Blanca y yo almorzábamos con rapidez, pensando si nos llevábamos el carro o no. Poco antes, Dakmar me había llamado para decirme que pasaría temprano por donde Rodnei, pues estaba complicada. Nada, nos quedaba echar el resto. Salimos temprano, con vistas a llegar antes de las 3 a Alejandría I. Resolvimos irnos en el carro. En el camino, pensaba en todos los twitts, anuncios en Facebook, links que habíamos colgado. Dakmar mandó muchos correos e hizo los contactos en la Radio. Con esta lluvia, ¿iría gente al encuentro con los escritores? Mientras maquinaba la tarde, me vi llegando a la entrada del estacionamiento de Alejandría I (de todo el Centro Comercial, realmente), y viendo a Lucas caminando en el sentido contrario a donde estábamos nosotros. Está huyendo, pensé. No, seguro va por algo y vuelve, es temprano, me repetí, algo angustiado. Entramos al Centro Comercial, la lluvia había bajado un poco y empezamos a buscar un puesto. ¿Cómo se llama este Centro Comercial? Todos lo hemos conocido siempre como “Donde está el CADA”. Pero ahora no hay CADA, ni Tienda de Béisbol (un kiosko mínimo que ahora vende dulces y cigarros, pero en donde antes resolvía los regalos de mi padre cómodamente), ni muchas cosas que antes existían. Ahora, el lugar se destaca fundamentalmente por una característica particular: Un Bicentenario y un Tony Roma´s, coexistiendo en el mismo espacio. En el medio de ellos, Alejandría. Creo que Patricia Van Dalen me contó una vez que aquí había una librería que pertenecía a su padre. Mientras caminamos hasta la entrada, veo la hora, veo que es temprano, y entro. Saludo a Mario, a quien había visto en pocas ocasiones, pero enseguida conversamos como si nos conociéramos de toda la vida. A los minutos, llega Lucas. Ya mi hermano, quien me iba a ayudar con las fotos, estaba ahí. Nos enteramos que el aire acondicionado había hecho plop el día anterior, y que el lunes prometían arreglarlo. Era sábado. La tarde podría ser caliente.
Lucas y yo nos reconocimos, nos saludamos, y nos preparamos para las próximas 4 horas. Mario sugirió que montara un mesón con libros que él recomendaría. Lucas levantó la ceja. Miró el mesón. Se quitó el suéter diciendo “Esto viene con todo”, y luego de deliberar un poco más, resolvimos que escogiera algunos libros, los que le gustaran y los ofreciera al público. Pero público no había. La tarde de lluvia no nos anunciaba una asistencia masiva. Dimos paso entonces a uno de los hábitos nacionales: beber café.
Ya me había reportado con Rodnei, quien estaría en Alejandría II, con Rodrigo Blanco, en el segundo frente de @libreroporundía. Me dijo que le pidiera una compu a Mario. Abrí internet, click, Facebook, click, Twitter @libreroporundía, click. Anuncié que ya estaban nuestros dos escritores, Rodrigo Blanco y Lucas García, listo para una tarde de lectores, firmas, y libros.
El primer reto de Lucas, fue buscar libros infantiles para una señora. Lo acometió cómodamente, con serenidad. Esta serenidad se vio interrumpida cuando Mario le dijo que debía ahora envolver los regalos que la señora se llevaría. No quise estar en sus zapatos. En mis años de librero, nunca he servido para mucho a la hora de envolver regalos. Lucas lo hizo, no podíamos esperar menos de un Diseñador Gráfico. Por Twitter, nos fuimos enterando que Rodrigo era un fenómeno envolviendo regalos y nos estaba llevando la delantera.
Mensajes iban por las redes sociales y venían. Simón mi hermano se fue a Alejandría II a tomar fotos por allá. Blanca se fue con él, a darle la vuelta a la actividad y supervisar si las maravillas que contaba Rodnei eran ciertas (no confíes nunca en un fanático de los Tiburones de la Guaira: he dicho). Nos quedamos Lucas, Mario, pocos clientes y yo, degustando café en esta tarde lluviosa. Pocos clientes, sí, para todos nos dejaban una experiencia distinta que contar. Lucas cumplía con su labor: estaba pendiente de quién entrara, ayudaba a Mario con todo lo que le pidiera, conversaba conmigo. Hablamos de todo en esas cuatro horas: de España, de novela negra, de Punto Cero, la crisis de las librerías en Venezuela y del libro en general, de autores favoritos, de Anagrama, de Tarantino, de formas de escritura, de infinidad de cosas. Mario intervenía, desde su condición de ser argentino, con comentarios brillantes e inteligentes. Y con café.
Entonces ocurrió lo inesperado: llegó un fanático de la obra de Lucas, con todos sus libros, para que se los firmara. El entusiasmo y admiración de este muchacho era estremecedor. Tenía hasta un ejemplar de Rocanrol (obra editada en el 2002), la primera novela de Lucas…… ¡¡¡Firmada por el papá de Lucas!!! No cabíamos de la sorpresa, más Lucas que nosotros, pero con su manera entre deportiva e irónica, humorística y seria de ver el mundo, no se hizo más preguntas y sencillamente se entregó a conversar muchísimo con este joven. Luego de marcharse, volvió con su novia, se la presentó y siguieron conversando. La novia resultó ser hija de una alumna mía, Elba Cisneros. Pequeño mundo, mundo pañuelo.
También tuvimos como visita a Raúl Saavedra, computista (me enteré ese día) que asiste a todos los eventos culturales de la ciudad, dejándonos una extraordinarias fotos. Me contó que le interesa escribir, que ha hecho talleres, y que la literatura contemporánea venezolana, lo ayuda a encuadrar mejor su escritura. Se llevó el libro de Lucas, firmado, y salió disparado a la otra Alejandría a que Rodrigo le firmara un libro de él.
Hacia el final de la tarde, llegó Ulises. Continuamos la conversación, cuadramos con Rodnei en cerrar aquí e irnos a Paseo a tomarnos un vino que yo había traído. Le dije a Blanca que me esperara por allá. Simón mi hermano ya se había ido. Violeta Rojo ya había pasado por los lados de Rodnei. Nos aprestamos a salir, vino en mano y en el carro con Ulises, la conversación giró alrededor de la música de los ochenta. Toda la tarde sonaron los Beatles en Alejandría, gracias a Mario, y al montarnos en el carro de Ulises, seguía la voz de John Lennon como un eco en su equipo de sonido. Ulises nos contó que consiguió un disco en Margarita con una extraña selección: música de John Lennon, de Elton John y de Phil Collins. Ulises no entendía que hacía Phil Collins ahí. No lo soportaba. La conversación giró entonces hacia varios campos de la música: la de los noventa, Rodrigo escuchando La Vida Boheme, Ismael Miranda, Metallica, etc.
Llegamos rápido (ambas librerías están en ambas punta de la Avenida Principal de las Mercedes, José Martí), conseguimos puesto en el nivel de Trasnocho, nos bajamos, subimos y llegamos al patio de Rodnei y Jonathan. Nos esperaban Carolina Sarabia, Ana, la novia de Ulises, y Blanca, además de la sorpresa de tener ahí a una de las chicas de @QuéLeer y más vino, gracias a Rodnei y Jonathan. Comenzó el brindis y el intercambio de experiencias. Celebramos. Los autores habían disfrutado la experiencia, y nos preguntábamos quién más podría ser @libreroporundía. Pero esa respuesta, tendría que esperarse. Nos tomamos más fotos, compartímos, volvimos a brindir, nos marchamos.
@libreroporundía en #lasmercedespuntocero, funcionó de maravilla. Dakmar me escribió comentándome que ya estaba en casa, con su hija. Quedamos en hablar al día siguiente. Blanca y yo nos encaminamos hacia la casa. Parecía que seguiría lloviendo, pero ya no importaba.