martes, 13 de octubre de 2009

Blanca

Uno lleva el orden que sugieren tus cabellos: girar, bajar y subir con el aire que los lleva, como a mi me llevas de tus manos a tus pies, que beso, y subo hacia la longitud clara de tus piernas, que me envuelven y me atraen a ti, que me besas mientras me miras, lenta, y muerdes un labio, y muerdo los tuyos, arriba y abajo, mientras toco tu piel entera, tu espalda que se moja de tu propia lluvia, tu lluvia que me bebo sorbo a sorbo, mientras recorro tu cuello, tu nuca, de nuevo tus cabellos. Alejo sombras, me sumerjo en ellas y las alejo. No las desconozco, ambos las traemos en los hombros pero ayudo a llevar las tuyas, ayudas a llevar las mías, nuestros defectos, tu terquedad, nuestros lamentos, mi querer saberlo todo, nuestros misterios, todo sombra que nos rodea y aceptamos como se acepta que nuestro perro tiene mal carácter. Yo soplo las sombras, las aspiro y las fumo, las exhalo y las manejo con las manos, que me llevan de nuevo hacia tu piel, su lisura, su firmeza, su constancia hacia la mía que se hace de agua como tú, líquida y aire, flotando mientras te beso espalda, comienzos y finales, mientras te sujeto, te jalo hacia mí, te sostengo en tierra y sábana que hace de testigo mientras amamos, mientras bebo de esa taparita que se hace en el lugar que tanto amo, en donde camino con la lengua, o en el ánfora secreta donde yo te reconozco cada suspiro que me ofreces y regalas. No toco tu boca, tomo tu noche entera, tu baile, tu trago, tus silencios, tomo tus hombros con mis manos, con fuerza, acaricio tu mejilla, me pierdo en tu mirada, en tanto amor que me entregas sin pedirme nada, en tanta querencia que te doy ofreciéndome completo, siendo tuyo, mostrando mis tatuajes que transitas desde el tiempo, que auscultas, o mi pecho, que se eleva y bajo en su concavidad para tus brazos que lo abrazan, que se llena de tu arte. Chupas mi barbilla, yo lamo cada una de tus carcajadas, te veo dormir y despertar llena de luz, enamorada, con la frente limpia, los cabellos salvajes y hermosos en la almohada, y mis manos que te buscan mientras te susurro cosas al oído, esas cosas que te encantan, que te dan calor, que eleva mi pira al ardimiento.
Tú que te has hecho mi mujer, tan mía como yo en tus manos me sostengo, eres lo que siempre se buscaba: una hembra hecha de trigo y leche, de fuego y misterio, de dulzura y encantamiento.
Uno sabe cuando es de alguien, no por esclavitud, no por sumisión, es de alguien solo cuando hay entrega, libre, sin señalamientos, libre, como se entrega alma que no mata, sino revive.
Uno sabe cuando ama, lo ve venir lentamente y de golpe ocurre, te levantas y piensas en ella, te acuesta y piensas en ella, el día gira y gira alrededor de ese animal hermoso con cabellera de Botticelli, de cuadro de primavera, de Céfiro que sopla y te lleva de las aguas a la tierra serena que alimenta.
Como tu cuerpo para mi, tu mirada, tu corazón grande, tu ser para mi y viceversa. Tu existencia.

lunes, 12 de octubre de 2009

octubre

Esa abertura de las manos hacia lo que no se sabe, con los ojos cerrados y los pasos en el aire. Esa certeza sola que se gana. Ese elocuente silencio y sus olores que no mienten. La pureza entre el basural, de quien sabe que lo miran y aún así, se planta en la batalla. Y la gana.