DOS.
En la entrada de la Avenida
Casanova, viniendo desde el centro, la entrada paralela a la Previsora, cerca
de ahí, hay un edificio con relieves magníficos, casi jeroglíficos, que sé,
estoy seguro, reúne las claves secretas de esta ciudad. Antes de comenzar a
predicar cada día, dirijo mi mirada hacia él, y lo observo, como si leyera
entera el alma de esta ciudad de pecadores. He trabajado fuerte este mes con
los piedreros. Sé que me escuchan, que se ven plenos luego de escuchar el
Evangelio, libres por segundos, quizás minutos, de esa hambre fatal que los
envuelve siempre. Pero mi trabajo se centra en predicar la palabra, como me fue
encomendado por mi pastor, en la zona de Chacaíto. La Plaza Pentecostés es mi
lugar. Tengo ya varios años predicando en ella. Al principio, fue difícil. Pero
desde ese día en que me hice uno con el Señor, me acerqué más a mi forma
espiritual mayor, las almas perdidas empezaron a ser recuperadas.
Hoy tenía cita con mi
pastor. Una entrevista importante, me dijo. La noche anterior me fui con unos
amigos a predicar cerca de El Paraíso y Montalbán, y pasé la noche por esos
lados. Predicamos hasta tarde en varios bares y antros. Al principio, nos
rechazan, luego hablaba yo y todos enmudecían. Me corrijo, no hablo yo, habla
el Señor en mí. Y la gloria de Jehová termina siendo siempre triunfadora.
Hemos ido cubriendo la
ciudad: quedan pocos flancos sueltos. En algunas partes los Pentecostales, en
otra los Testigos de Jehová, pero nosotros hemos podido convertir vastas zonas.
Poco queda libre, sin ser transitado: algunas zonas de Catia y San Bernardino,
Quebrada Honda, Altagracia. El resto, se ha convertido al Señor. No me llamo a
engaño. Desde que la reforma de la Constitución en 2018 permitió la entrada de
los principios bíblicos, la prohibición absoluta del aborto y las relaciones
homosexuales, del alcohol en horas del día (en verdad, desde las 3 de la mañana
hasta las 11 de la noche) y del tabaco (lo primero que logramos prohibir, en el
2011), muchas personas se dicen evangélicas por compromiso, por quedar bien y
por hacer negocios. Los hermanos musulmanes están contentos, no se quejan y los
judíos hacen silencio pero no los molestamos. La marca oscura de estos
apostolados ha sido las guerras contra los católicos. No bastó que quemáramos
sus iglesias y Catedrales, que fundiéramos y destruyéramos toda imagen que sus
templos guardaban, ni que apresáramos a sus dirigentes; no bastó la emigración
de miles ni la renegación ahora sí abierta de tantos de esos principios: no
hemos podido disolverla. La experiencia y sabiduría de años les permite
sobrevivir. Desde que convirtieron la Iglesia de Cristo en un Estado, en un
demonio en la tierra, el mensaje de Jesús se desfiguró. Pero han tenido Santos
y buenos hombres, engañados, pero buenos hombres, y por ellos sobreviven. Es
difícil acabar con los católicos. Se aliaron a los anglicanos y a los
ortodoxos, aunque estas dos comunidades eran pocas, y obtuvieron más dinero
para esconderse, sobornar, salir del país a escondidas. Además, son diversos en
sus gustos, aproximaciones, cercanías a Dios, aunque se reúnan en una sola
Iglesia. No es lo mismo un dominico que un franciscano. Menos un jesuita.
Estos, por cierto, dirigen la resistencia. Hicieron algo inconcebible: reunieron
bajo su ala a los ateos. Al fin y al cabo, la cultura del mundo ha sido
católica y mucho se sostiene en ellos. Por lo menos de este lado del mundo. Los
agnósticos y anticristianos tienen orden de persecución y de muerte.
Me duele mucho esta situación
y no la comparto. No lo hizo mi padre, quien siempre se mantuvo distante de
estas cosas. Cuando empezaron las luchas, allá en Monagas, por el 2021, papá
nos recogió y nos llevó a un campo, vía Caicara. Al regresar, vimos los
destrozos: humo en toda la ciudad, destrozos y el río cubiertos de cadáveres.
De la impresión, estuve ausente de la realidad durante muchos días. Me
regresaron las palabras del Pastor: el Señor tiene extraños caminos. Por uno de
esos caminos llegué a Caracas y aquí voy, camino a verlo nuevamente. El autobús
va lento, pues todavía construyen vías de metro por todas partes.
Aparentemente, el plan del Metro de hace tantos años, aun continúa. Eso pasa en
esta ciudad: no termina de construirse. Necesita un final. Y la palabra de Dios,
que divide el tiempo en antes y después, sé que podrá dársela.
Después de una hora, apenas
para recorrer desde la Plaza de Yavé a Chacaíto, me bajo hacia el final de la
Casanova. Camino una cuadra arriba y llego a la Iglesia. El primer paso en la
construcción de nuestros sueños, de los sueños de una nueva Jerusalén, fue la
compra de los viejos cines de Caracas. La gente, a partir del betamax, el vhs,
el dvd, el blue ray y los demás implementos tecnológicos, además de la TV por
Cable y otros, como los que existen hoy, que dejan pálidos a los anteriores, dejó
de ir al Cine. Además, se hizo costoso. Entonces las cosas cambiaron: los
brasileros llegaron y empezaron a invertir. Sé que muchos espacios antes fueron
adquiridos por otras iglesias, pero la nuestra, que viene desde el norte de
Brasil, muy pronto se hizo con todas. Prácticamente la totalidad de los cines
de Caracas se convirtieron, con el paso de los años, en Iglesias del Señor.
Para ello, nos ayudó la reforma de la Constitución y la conversión del Presidente,
su apertura a los brazos de Dios. Las leyes empezaron a abrirnos los caminos:
por ejemplo, toda edificación grande debía ser destinado para un Templo. Y así,
José, el principal Pastor de la Iglesia de Brasil, pudo comprar los templos.
Fueron beneficiados por ello, para mayor gloria de Dios. Esto, junto con las
expropiaciones, permitió la presencia de la Iglesia en toda la ciudad. De igual
manera sucedió con otros lugares. Aunado a esto, la confiscación por parte del
Estado de toda vía de comunicación radial o televisiva, nos permitió
apoderarnos de todo, gracias al Cielo.
Me reciben rápidamente. El
Pastor mismo, me hace señales y me invita a pasar. Me ofrece jugos o agua, pero
respondo que no. Entonces, sentados ambos, me dice el Pastor:
- Tienes años trabajando para
la Iglesia, Jeremías. Tú, quizás como nadie, has visto como la Gloria de Dios
ha hecho por fin casa en este país. Antes éramos apenas una minoría, no
llegábamos al 10 %, ahora sumamos el 60 % de la población. Y cada día más los
rebeldes, los herejes, van reconociendo la gloria de Dios en nosotros. Pero aun
hay muchos desconfiados. Dicen que somos agentes de los brasileros, porque así
hicieron los norteamericanos con los Testigos de Jehová. Pero nada más lejano a
la verdad. Si bien Brasil es hoy en día una República plenamente evangélica, y
son los impulsores de esta gesta que realizamos, ellos no se meten en política.
Nosotros no somos políticos. Somos pastores, profetas. Pero los mandatos del
Señor deben llevarse a toda la tierra y los Mandamientos son la única Ley que
deberíamos cumplir.
- ¿y los mandatos de Jesús,
nuestro Señor?
- Ellos vienen por añadidura,
respondió. Se sirvió un poco de jugo de durazno, bebió, y luego continuó.
- El gobierno dictó hoy una
medida que nos perjudica. Aparentemente, hay mucha presión internacional. Esa
medida ordena el cese de las persecuciones. Se invita a hacer las paces con los
otros hermanos, cristianos o no, aunque llevan el infierno en sus pasos.
- ¿incluyendo a los católicos?
- Sí, dijo con tensión
evidente. A ellos hay que perdonarlos también. Nadie ha hablado de permitirles
sus ritos otra vez, ni que serán excarcelados los obispos, pero vuelven a ser
ciudadanos.
- Eso no es tan malo, pastor
José. Tenemos al Señor de nuestro lado. Los convertiremos con el amor de Yavé.
- Sí, dijo sonriendo, así es
José. Para ello te requerimos a ti. Eres el profeta que más adeptos logra
reclutar semanalmente. Tu voz es poderosa en el Espíritu Santo. Has sido
llamado para hacer un trabajo importante. Recuerda que esta ciudad, dividida
por islas desde el terremoto del 99, solo logra un refugio certero en el
deporte: beisbol, carreras de caballo, futbol, baloncesto.
- Es cierto, maestro. Es algo
que abarca todas las creencias de la población. Eso y la música. Yo mismo fui
jugador de futbol en la cárcel.
- Sí, son espacios de
“libertad”, cuando la libertad real es la que enseñamos nosotros. Por eso te
voy a encomendar un trabajo. Fíjate, hijo, la Iglesia compró recientemente un
equipo de fútbol. El antiguo Deportivo Petare. Decidimos llamarlo Deportivo
Jehová. Hemos cambiado algunos jugadores por miembros de nuestra Iglesia, pero
tenemos que dejar a los mejores de ese equipo, así no sean nuestros. Entra
dentro de los dictados del gobierno nacional. Entonces, como te decía, tendrás
una misión ahí: vas a comenzar cada juego con una predicación a todo el
estadio.
- ¿Cuándo comenzaré?
- Este domingo juegan contra
el Deportivo Táchira. Comienzas este Domingo.
- Si esa es la voluntad del
Señor, yo la seguiré. Amén, pastor José.
- Amén, Jeremías. Y por
cierto, ya me contaron que estás saliendo con una muchacha. Te he visto con
ella en el Templo. Bien por ti muchacho. Espero muy pronto tengan hijos del
Señor. Necesitamos soldados, dijo con una sonrisa plena. Nervioso, apenas
asentí.