martes, 29 de diciembre de 2009

duermevelas

Te intento levantar: te voy dando pequeños besos en el rostro mientras lo arrugas y pides más tiempo para el sueño. Voy a la cocina a sacar las cosas mientras sigues durmiendo: el pan, la nata, el queso, el jamón de pavo, el jugo. Luego vuelvo a levantarte, pues el tiempo corre: te levantas, te preparas para el baño. Yo caliento el agua y enciendo las hornillas. Entro mientras te desenrredas el cabello y te baño, te enjabono mientras te beso, acariciando tu piel con la espuma. Salgo primero, me seco, termino de preparar las cosas frugales que desayunaremos. Te vistes, me afeito.
En esos andares vamos. En el transitar del día, las idas del almuerzo, el lavar platos, la duermevela de la tarde, volver a vernos unos minutos, ansiarnos otros, volvernos a ver, acompañarnos, ser pareja.
Hoy despertamos sin el otro y la ansiedad carcome.
Nos esperamos como se espera la llegada de la primavera, pero cada día, cada hora de tiempo que se espera es un respirar de rocío que se seca en la piel mutua que vamos haciéndonos para los tiempos del frío.
Para cuando vengan, si han de venir, seremos un solo abrigo.

martes, 15 de diciembre de 2009

Mafia china en Madrid

He descubierto una mafia china en Madrid. Poco antes de venir de visita a Caracas a darle una vuelta a mi hija y a mi nieta, ocurrió un suceso inesperado. Desde hace años, al cruzar la esquina, hay una tienda de chinos en el barrio. Son callados, amables, circunspectos. Un día golpearon a uno de ellos y fue robado. Le quitaron lo que tenía de la venta del día en su camino al banco. Fueron los gitanos. Quedó maltrecho el pobre chino. Todos en el barrio lo lamentamos. Yo soy castellana vieja, pero he aprendido a aceptar a los otros en mi barrio, más cuando venden tan bueno y tan barato. Cuando lo golpearon, llamamos a voces a los guardias, a la policía y nadie apareció. Y qué podíamos hacer nosotros, todos viejas y viejos de la calle sino gritarles hijodeputas a esos pillos. Me recordaron mis tiempos en la República, mi esposo y yo huyendo de los hombres de Franco, escapando de sus manos por ser socialistas. Poco faltó para que nos fusilaran esos, luego de deshonrarnos tanto entre nuestros mismos hermanos y traicionarnos. Pero, días antes de llegar yo aquí, las cosas cambiaron. Una tarde venían los gitanos esos caminando por el barrio, con cara de querer hacer maldades al mismo muchacho de la tienda, y llegaron varios chinos y los rodearon. Los golpearon como en las películas, !cómo en las películas! y solo les dijeron unas palabras:

- si tu tocar a chino otra vez, nosotros hacer lo mismo de nuevo.

Los gitanos corrieron y no han vuelto.
Al llegar a estas tierras, mi esposo siguió siendo el mismo hasta su muerte, yo he cambiado un poco con los años, con los tiempos que también cambian. Me regresé a Madrid a pasar mis últimos años, aunque visito a las mías de tanto en tanto. Me gustan mis temporadas aqui, recordando a mi esposo y como, por ejemplo, el le enseñó a mi nieta a preparar desde niña una bomba molotov. A defenderse.
Soy castellana vieja, pero al llegar a cualquier parte me gusta comprar donde los chinos. La tortilla que os comes por ejemplo, compré ingredientes en sus mercados. Los miro con respeto. Saben lo que significa ser deshonrado. Y no es cuestión de chinos o no el hecho de la mafia en Madrid, es la cosa nuestra, de hombres y mujeres, de no dejarnos, en fin , joder tanto.
He escuchado a varios tarareando en español esta mañana en el mercado. Tienen también su mafia aquí. Estoy pensando en llenar una planilla y afiliarme. Tienen que tener alguna suerte de formulario.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Camelo

"Yo quisiera amarte, como quisiera
tener sed delante de la fuente"

Federico García Lorca

Te cortejo: llevo rubores a tu rostro blanco que me mira

Me hundo en ti desde los ojos a las rodillas,
quiebro las tuyas con mi abrazo,
te enamoro, te seduzco con andares y movimientos, con deseo

te hago hembra en la noche caliente que nos ata.

"tu novia, tu amante
tu todo", me dices.

toma mis palabras, que se hacen rones para ti.

Te camelo, te recito con la boca caliente cerca de la oreja y te derramas para mi, te me haces agua

y te bebo. Sólo tu me calmas, sólo tú complaces y abrasas, me ardes y me apagas.

Eres quien me hace sediento. Llego a ti, bebo de tu fuente: me camelas al vestirte para mi, al moverte alrededor de mi cuerpo, al respirar a través de mi aliento.

Seduces y seduzco. "es divino tenerte", dices luego. Habito en tus palmas y tu cuerpo. Quien te mira a los ojos debe verme a mi, haciendo casa, haciendo comida para ti, llenándote de ardores y de calma.

Regresas adentro y te acuestas. Me miras. Me apuras en la llamada. Enciendes la Fuente.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Terracota

He conocido a una mujer de terracota. Se ha hecho a sí misma con el rojo, el naranja y el negro. Es de fuego y aire y se sostiene de mi brazo como hilo de cometa.
Es una mujer bordada de misterios y silencios que me seducen y me inquietan, que me hacen barro en sus manos.
Lleva el cabello salvaje y libre como es ella, con matices rojizos,marrones, con sus faldas rojas, sus botas negras, y piezas de rojo, de verde en sus muñecas.
Lleva una perla en un hilo al cuello, los pies más hermosos que he visto en sandalias, y siempre envuelta en una chaqueta.
Mi mujer se recoje el cabello al comer, y no mezcla los alimentos. Habla con dulzura alta y de hermosa manera. Nada la detiene, nisiquiera las nostalgias en las que se pierde a veces cuando oblicua la mirada.
Quiere mucho a sus amigos, respeta a sus padres. Tiene una hermana que es una flor de azúcar y con quien pelea y se abraza.
Es una mujer de terracota, con sus oscuridades secretas y llena de luz, que bebe Ron y escucha Rock, que baila salsa divino.
Esta mujer me mira con los ojos llenos de futuro, de puertas abiertas, de cielo. Se abraza a mi pecho y se me entrega. Me mira y me dice "Soy tuya, entera".
Me besa con deseo y me toca con hambre. Me ama y no me suelta, ni lo hará. Me tiene guardado adentro, en donde he hecho casa, muy adentro.
Tengo una mujer de terracota, a quien miro, observo, deletreo y aprendo. Soy el aprendiz de ella. Hago mi plana en cada poro de su cuerpo.

Meneo

Te tomé por la cintura, mis manos cerca de tus piernas, sintiéndolas a centímetros de mis manos, que subían y bajaban por tu espalda, por los omoplatos y esa apertura antes del final de ella.
Te daba vueltas agarrando tu cintura, tus caderas, haciendote girar y girar, dándote vueltas mientras te robaba besos cortos y tu boca más me quería.
"Mi corazón y mi cuerpo es tu casa", me dices ahora que eres mía. Seguimos girando el uno en el otro, adentro y afuera hasta el final de nuestros tiempos.
Tu cuerpo es mi casa. "Porque tu la habitas", me dices, es que te expandes y te haces aire y fuego sobre mi.
Te sigo girando, dando vueltas, bailamos al unísimo.
"Me meneaste", me repites siempre.
Te meneo cielo, nos meneamos.
Somos el mismo ritmo, la misma danza.

martes, 3 de noviembre de 2009

Magreo

Tu cuerpo largo de avena, soplado por el viento y la sal que tus sudores condensan.
Mi cuerpo tuyo, hecho del barro que moldeas.
Nos hacemos juntos, nos formamos magreados en cualquier lugar o espacio de las calles o los cuartos o los espacios que hacemos nuestros.
Habitamos en las manos del otro.
Somos el final de la carencia.
Somos en las palmas del otro, siempre cerca, en tensión el cuerpo, esperando acaricarnos y otorgarnos el reposo, la dicha de los cuerpos, la felicidad de los amantes,el deseo. Que es solo nuestro.

lunes, 26 de octubre de 2009

Cántaro

Bebo de esa copa tersa que se hace entre finales y comienzos de tu espalda.
Tomo tus sudores y lluvias y los sirvo en el cántaro curvo en que te bebo a ti, cáliz mío, vaso del deseo.
Cierras los ojos, abres los labios, escucho tus jadeos.

Durazno

Tengo un durazno entre mis manos, del que me alimento cada día.
Nadie lo conoce porque nunca lo había nombrado.
Lo he designado con palabra dulce.
Me acuesto de lado, lo tomo, lo voy mordiendo mientras se hace agua en mi boca y aparta toda hambre o sed de mis labios y mi cuerpo.
Es almohada en donde envuelvo cada sueño que voy armando.
Suave, terso, redondo.
Magnífico lugar en donde rezo.

viernes, 23 de octubre de 2009

El otro Cervantes

Mis padres pagaron el rescate de alguno de los dos. Se endeudaron hasta la médula y mi madre hasta se hizo pasar por viuda para conmover a los otros. No es sencillo conmoverlos a ellos. Al final, me dejaron ir a mí a cambio del monto acordado por ser el menor de los dos. Yo no quería. Sentía verguenza de dejar a mi hermano en manos de los moros. Ya tenía un par de años o más, y le quedaban otros. Él no dejó nunca de intentar escaparse, pero era capturado siempre. Aún así, su suerte le pelaba los dientes, pues mientras otros sofrían el Empalado, el solo recibía una carga de cadenas.
Con el tiempo, Miguel regresó a casa. Yo no estuve para recibirlo, me encontraba en Portugal, en donde dormito estas palabras.
No sé que será ahora de Miguel, manco de una mano, sin dineros, con los padres nuestros tan viejos, mis hermanas realengas y yo sin poder ayudar. Son pocos sus talentos además de las armas y una imaginación que lo hacía concebir personajes extraños mientras estábamos entre los infieles y nos cautivaba.
¿qué será de él, de mi hermano? Yo esta noche salgo a batalla, no a Lepanto en donde quizás debió mejor morir Miguel y sellar su inmortalidad, sino a cualquiera en mis faenas de soldado.
Ojalá puedas hacer algo con esos personajes en la cabeza hermano, ojalá saques algún provecho en esta tierra ingrata que es el Reino de España.
Yo, del otro lado, tomo tu destino y recibo un arcabuzazo en tu nombre, ese que debía hacer hondura en ti en Lepanto y enterrarte en la tierra, en donde te espero ahora y hasta siempre.
Suerte hermano.

Melao

Caramelo en tus ojos puros, que se hila
lentamente hacia tus cabellos y hace una hogaza oscura
que me abarca el cuerpo, me envuelve

Lo tomo en mis manos y recorro con mis dedos,
y estiro abajo hacia tus piernas, las transito
con mi lengua que se extiende hacia tu espalda, tu nuca, tu cuello

Acaricio tus cabellos y te beso, miro
al fondo de tus ojos, adentro, mientras te haces baño de Maria
y se derrite en mis manos la hermosa longitud de tu cuerpo

quemándonos, haciendo con lo dulce de tus cabellos que respiro, de tus ojos en que me sumerjo y quemo

maravillas

martes, 20 de octubre de 2009

Libro del Fuego

Llego de pronto tan cargado de recuerdos, de pasado sin claros en donde sumirse. Todo lleva noche por dentro: ojos verdes, colinas, cabellos negros y tablaos, rencores, baratijas, cuerpos que se entregan con ganas y desganas, mentiras, locuras, inventos, celos, neurosis de aquellas, pecho abierto por tantos pechos descubiertos que nada sueñan. Uno andaba, sí, llevado de esas manos limpias y sucias. Uno terminaba cansado y lleno de humo e insomnio, y tragos que se convertían de repente en hamaca para las nostalgias.
Así, cargado de falsos afectos remonta uno los golpes, los coñazos vale, los recovecos en un espejo en donde te reflejaba a ti, con tus andares y risas y lamentos y despechos y sabores, así poco a poco, mientras nos mirábamos en la pantalla, en alguna fiesta, y te veía en tus caminos de golpes de ladrones y subida de diez pisos sin ascensores. Un día bailé contigo, te meneé y al salir de un baño te llevé a un cuarto, contra la pared, y te besé a pesar de tus murmuraciones. Lento, me dijiste, lento lo hice. Me espiabas, nos veíamos en Barrabar, nos besábamos mientras bailábamos, aunque tu no supieras como hacía y te parecieran los besos tan poquitos. Yo iba y venía. Viajaba y te pensaba perdida. Esperabas, impaciente, esperabas. Y nos veíamos, nos llevaban de la mano esos amantes viejos que teníamos: nos llevaban hacia al otro con todo lo vivido con aquellos, nos susurraban sin saberlo "mírala, mírale los ojos" y yo me sumergía en tus almendras oscuras que se iluminan, que se prenden, luces en tu rostro, y que me encienden. Y te decían "bésalo, bésalo profundo" y venías y me besabas entero, con el alma, con toda la fuerza de tu cuerpo de mujer y estallábamos.
Yo camino tu cuerpo perfecto con cuidado, como quien quiere cruzar un río sin ahogarlo, susurrándote, acariciándote, oliendo tus cabellos, besándote. Te miro como sólo se te puede mirar a ti: sereno y explotando, ardiendo y sintiendo brisa de tarde final de playa. Te camino, te sigo caminando, me hago a tus calles que recorro y respeto, que curo, que enderezo.
Tu caminas el mío con sapiencia, como quien cruza las olas de un mar picado que sabe surcar, casi en silencio, tocándome, mirándome sin saber cómo me miras, extrañándome cada día, necesitándome entre ese frío de montaña y calidez que te transmito. Con paciencia me sanas, me entiendes, te entregas.
Hoy estamos aquí, hechos uno y mirando al frente, y de vez en cuando miramos hacia atrás para con compasión hacer gestos de despedida.
Yo no te despido. He venido para quedarme y aquí me quedo, contigo. Hasta cuando tu quieras.
Somos un nuevo texto hecho de dos, somos una página nueva. Estamos haciendo el más largo y hermoso de los libros, lleno de cuentos, anécdotas, recuerdos, deseo, espera gozosa. Libro que arde, que se debe cuidar como se cuida el sueño de los candelabros de noche encendiendo, candela que se agita con el viento pero no claudica. Libro del Fuego.

martes, 13 de octubre de 2009

Blanca

Uno lleva el orden que sugieren tus cabellos: girar, bajar y subir con el aire que los lleva, como a mi me llevas de tus manos a tus pies, que beso, y subo hacia la longitud clara de tus piernas, que me envuelven y me atraen a ti, que me besas mientras me miras, lenta, y muerdes un labio, y muerdo los tuyos, arriba y abajo, mientras toco tu piel entera, tu espalda que se moja de tu propia lluvia, tu lluvia que me bebo sorbo a sorbo, mientras recorro tu cuello, tu nuca, de nuevo tus cabellos. Alejo sombras, me sumerjo en ellas y las alejo. No las desconozco, ambos las traemos en los hombros pero ayudo a llevar las tuyas, ayudas a llevar las mías, nuestros defectos, tu terquedad, nuestros lamentos, mi querer saberlo todo, nuestros misterios, todo sombra que nos rodea y aceptamos como se acepta que nuestro perro tiene mal carácter. Yo soplo las sombras, las aspiro y las fumo, las exhalo y las manejo con las manos, que me llevan de nuevo hacia tu piel, su lisura, su firmeza, su constancia hacia la mía que se hace de agua como tú, líquida y aire, flotando mientras te beso espalda, comienzos y finales, mientras te sujeto, te jalo hacia mí, te sostengo en tierra y sábana que hace de testigo mientras amamos, mientras bebo de esa taparita que se hace en el lugar que tanto amo, en donde camino con la lengua, o en el ánfora secreta donde yo te reconozco cada suspiro que me ofreces y regalas. No toco tu boca, tomo tu noche entera, tu baile, tu trago, tus silencios, tomo tus hombros con mis manos, con fuerza, acaricio tu mejilla, me pierdo en tu mirada, en tanto amor que me entregas sin pedirme nada, en tanta querencia que te doy ofreciéndome completo, siendo tuyo, mostrando mis tatuajes que transitas desde el tiempo, que auscultas, o mi pecho, que se eleva y bajo en su concavidad para tus brazos que lo abrazan, que se llena de tu arte. Chupas mi barbilla, yo lamo cada una de tus carcajadas, te veo dormir y despertar llena de luz, enamorada, con la frente limpia, los cabellos salvajes y hermosos en la almohada, y mis manos que te buscan mientras te susurro cosas al oído, esas cosas que te encantan, que te dan calor, que eleva mi pira al ardimiento.
Tú que te has hecho mi mujer, tan mía como yo en tus manos me sostengo, eres lo que siempre se buscaba: una hembra hecha de trigo y leche, de fuego y misterio, de dulzura y encantamiento.
Uno sabe cuando es de alguien, no por esclavitud, no por sumisión, es de alguien solo cuando hay entrega, libre, sin señalamientos, libre, como se entrega alma que no mata, sino revive.
Uno sabe cuando ama, lo ve venir lentamente y de golpe ocurre, te levantas y piensas en ella, te acuesta y piensas en ella, el día gira y gira alrededor de ese animal hermoso con cabellera de Botticelli, de cuadro de primavera, de Céfiro que sopla y te lleva de las aguas a la tierra serena que alimenta.
Como tu cuerpo para mi, tu mirada, tu corazón grande, tu ser para mi y viceversa. Tu existencia.

lunes, 12 de octubre de 2009

octubre

Esa abertura de las manos hacia lo que no se sabe, con los ojos cerrados y los pasos en el aire. Esa certeza sola que se gana. Ese elocuente silencio y sus olores que no mienten. La pureza entre el basural, de quien sabe que lo miran y aún así, se planta en la batalla. Y la gana.

martes, 22 de septiembre de 2009

Training

Uno lleva un training. Abrir los ojos y cerrarlos haciendo creer que ya no vemos nada. Seguimos viendo lo que mirábamos. Hasta que abrimos los ojos otra vez y entonces ya no vemos nada. Uno viene desde el sueño a veces, una escena en vivo de la memoria en la pantalla en la cabeza. Actúa su parte desde el dictado que nos apunta el pasado. Vive su soundtrack propio.
En este cortometraje de muertos, procuro romper el cuadro que un desconocido filma sin enterarnos. Este insomnio de Té, de zapping lamentable por canales del cable, tiene una razón y motivo. Suena Chet Baker, su trompeta.
Amanecemos antes del alba. Voy tomando en la mano el Sol, lo unto con el viento entre las ramas y los pájaros que ya no cantan, y te lo ofrezco al despertar de desayuno para que seques el sudor de tus ropajes al llegar ante mi casa.
Me levanto y nunca llegas. Me quedé dormido en un bodrio de Hallmark en donde aparece una muchacha con el mismo entornar de ojos que los tuyos y en donde quien me filma y escribió esto, decidía que me dormía y te soñaba llegando ante el timbre dañado enmarcado por la rejas de la casa. Que tampoco existe. Como tampoco la taza vacía de Té al borde de la mesa, a lado del control remoto del cable que ven mis ojos amargos, tan abiertos.Tan entrenados desde la falta de sueño y los motivos

lunes, 14 de septiembre de 2009

Ciudad en cuarentena/Caminando después de la emboscada. Despachos del imperio, Boris Muñoz

Eran las cuatro y media de la tarde del jueves 13 de septiembre. Habían pasado casi cincuenta y tres horas desde que los aviones comerciales se habían estrellado contra las torres del World Trade Center como dos balas de plata. El tren se deslizó morosamente y en absoluta oscuridad por el túnel de acceso hasta detenerse en el andén 4 de la Pennsylvania Station, justo debajo de otro de los símbolos de la ciudad, el Madison Square Garden.
Al contrario de lo que esperaba, en la estación un torrente humano se movía con ritmo aun más febril que de costumbre. Pero al salir a la calle, pude comprobar lo que ya había escuchado muchas veces: la ciudad ya no era la misma. Los neoyorquinos, que de ordinario son locuaces o arrogantes y siempre frenéticos, se encontraban sumidos en una especie de letargo que los hacía caminar arrastrando los pies.
Pero a pesar del paso de zombis que llevan sus cuerpos, los ojos se mueven inquietos revelando la gran ansiedad o tan sólo el principio. Lo que más me sorprendió, sin embargo, fue la cantidad de gente que llevaba máscaras para respirar, como pulpos pegados a la cara.
En vez de tomar el subway, bajé desde la calle 34 caminando por la Séptima Avenida. Aunque era imposible, la ciudad de empeñaba tercamente en recuperar la normalidad. Muchos comercios y boutiques estaban abiertos, pero no había clientes ni nadie haciendo window shopping. Los carros de la policía, los bomberos y otros cuerpos de ayuda se abrían paso a toda velocidad mientras sus sirenas disparaban ráfagas de colores y sonidos que barrían las calles en varias manzanas a la redonda.
A medida que me aproximaba al down town, los signos de la catástrofe de hacían cada vez más evidentes. Al volver la vista hacia los edificios, las ventanas aparecían cubiertas con la bandera americana. No sólo la gente llevaba lazos y brazaletes en señal de duelo, sino que los postes y casetas telefónicas se encontraban empapelados con las fotografías de las personas desaparecidas.
Una de ellas es Gennie Gambale, de 27 años, que había sido vista por última vez en el piso 105 de la torre nortee el martes a las ocho y media de la mañana. Otra era Richard "Dick" Morgan, un financiero de 66 años, que según la información del volante había sobrevivido al cáncer de piel. Esa día llevaba una camisa azul, su anillo matrimonial y un reloj del ejército suizo. Nadie lo había vuelto a ver desde el 11-S.
Los volantes también les pedían a quienes supieran de gente desaparecida que velaran por sus mascotas, pues a estas alturas había muchos animales esperando a sus amos sin comer ni beber. Nada más neoyorquino que esta implacable preocupación por los animales, pensé.
Cerca de la calle 23 el aire de Nueva York comenzaba a tener un olor metálico y el sabor picante de los gases lacrimógenos. Le pregunté a una muchacha con pinta de modelo y que paseaba un perrito hasta dónde está permitido el paso. “Si tienes una buena excusa o un recibo de teléfono para mostrar que vives en la zona, tal vez te dejen pasar después de la 14. Aunque no te sugeriría que fueras más allá de Houston, si no quieres entrar en otro mundo”, me advirtió.
En la alcabala de la calle 14 se agolpaba todo tipo de gente, desbordando a los policías con solicitudes de paso. “Mi hermano está en el Saint Paul Hospital…”. A pesar de sus buenas maneras, los policías eran inflexibles en el cumplimiento de las medidas de extrema urgencia que habían sido tomadas para evitar el caos.
Al llegar a Saint Vincent experimenté una intensidad del dolor que no alcanzaba a vislumbrar en las imágenes televisivas, las fotos y los testimonios. Los muros aledaños al hospital y las unidades móviles de los canales de televisión se encontraban tapizados d extremo a extremo con centenares de fotografías. En las leyendas de los relatos se apuntaban las señas particulares de los desaparecidos y de las personas a quienes contactar en caso de haberlos visto. Todos incluían una característica física o de personalidad resaltante: el cabello, un tacón especial para disimular la cojera, una sonrisa de comercial de televisión, una placa de veterano de guerra, un tatuaje alrededor del antebrazo en forma de serpiente que se muerde la cola o de corazón flechado con una rosa entornada a la altura del tobillo. Era como si de repente la tierra se hubiera tragado a miles de personas y sus familiares se empeñaran en recordar que habían existido, que no habían sido meros fantasmas o números de la Seguridad Social…
…Los neoyorquinos saben que algo les fue arrebatado en esa mañana diáfana, que la ciudad ha sido vulnerada, que pasará mucho tiempo antes de que las almas de sus muertos reposen en paz. Lo que más me impresionaba, sin embargo, era la indoblegable esperanza de los familiares que, acuclillados en las esquinas, aguardaban desde hacía dos días a que por obra de un milagro sus seres queridos salieran con vida del montón de hierros retorcidos y trozos de concreto de las moles derribadas 20 cuadras más abajo. “Mi hijo, mi hijo; quiero encontrar a mi hijo”, decía con voz jadeante una señora de unos 60 años sosteniendo una fotografía de un hombre de 39, corredor de la forma Cantor Fitzgerald.

Leer el Caribe desde el silencio, de Pedro Enrique Rodríguez (fragmento)-Oficio de lectores

La idea, en dos platos, es esta: pese a la proximidad inclemente del mar, en realidad es poco, si no nada, lo que encontramos de él y sus amplias playas lumínicas en eso que, a falta de mejor nombre, uno termina por resignarse a llamar literatura nacional.
Se trata de un registro donde hay edificios, hoteles luminosos, muchos bares de mala muerte, largas avenidas, la balada del plomo y el cuchillo. Pero no es fácil dar con las sutiles arenas de un Caribe que, de viento en viento, se pierden en sus tardes bajo el ímpetu de sus brisas, con sus palmeras desganadas, sus tardes quietas.
Una excepción meritoria dentro del Caribe venezolano es una bella historia de Ruby Guerra (creo recordar que se llama "La Playa") donde vemos aparecer el mar tranquilo de una ciudad de provincia (¿Puerto La Cruz?, ¿Cumaná??). Allí encontramos un mar de mediados de semana, donde los amantes van a ver el atardecer, a escrutar los pájaros y mirarse a los ojos y todo, el mar, la anécdota, el recuerdo de una hoja en el agua, transmite una visión fulminante de la belleza tierna e íntima del Caribe.
Otras narrativas mucho más lejanas nos han convidado a ver el Caribe con los excesos kitsch de Carmen Miranda: insólitos sombreros cargados de frutas, vestidos que se pierden en el vacío de un escote, fogosas jornadas de adolescentes ardorosos que corren sin motivos por las playas, beben cerveza, se tumban en la arena, piensan en asaltar cuerpos a medio vestir y, por lo común, ostentan un diminuto cerebro agujereado por donde mana el tenue hilillo de un poco de agua de coco mezclado con líquido cefalorraquídeo. Sin embargo, después de sumergirnos en sus confines de luz, es posible descubrir otras posibilidades. Comprender que, en lo más íntimo, el Caribe es sutil, es sereno, de colores intensos y que, en cierto modo, el Caribe todavía espera por ser conquistado en las páginas de la literatura.
No intento ser taxativo, pero me parece entender que uno de los elementos más llamativos del Caribe es el recogimiento de su silencio entre el murmullo de pájaros y las olas. Es preciso caminar por una playa al atardecer, después del tumulto de la tarde entre discos de plástico y pelotas de colores, para comprender que existe algo en su ámbito que nos habla de silencio, de soledad, de un íntimo recogimiento. Basta con sumergirse un poco entre los corales de alguna playa, bucear entre cardúmenes, distinguir las bandas de luz que penetran desde el exterior, para entender que allí existe un latido que es profundo, ordenado, pudoroso.

La vigilia y el sueño

A Alejandro Oliveros

Respeto el pudor de las personas. Tengo conocidos, amistades, que prefieren el momento del sueño para hablar conmigo, para hacerme saber lo que quieren. Está una muchacha que, para mi desconcierto, me mira con un deseo furioso y dulce mientras me acerca sin complejos la longitud de su cuerpo. Gente del trabajo que bebe con uno. Amigos del liceo que me cuentan que ha sido de ellos. A veces se apilan en la entrada, a veces uno por uno. Pasa a veces que no llega nadie y me dejan seguir en lo más oscuro de mi sueño. This land will not comunicate, decía Auden, y entiendo desde la nostalgia de quien espera una epístola, alguna razón de aquellos que están tan lejos de hablarte sin complejos. Uno también lo hace: se pone sus disfraces y sale a velar a quienes anhela. Se llena de palabras y los rodea: para unos, conmovedoras; para otros, irónicas; para el resto, un intento de ser precisas. Pero nunca exactas como quisieras, nunca pertinentes, nunca concretas.
Hablar en sueños es hablar desde una bisagra: el contar lleva un camino de Argonauta y el delirio de Coleridge. Me gusta que aparezcan ellos, así, con grandes ropajes en la desnudez de mis complejos. Me siento menos solo. Me siento menos lejos de aquellos.
Acepto el pudor de las personas. Son bienvenidos en la ambigüedad de mis palabras, son bienvenidos en la inconstancia irresponsable de mis sueños. Que nunca condenan.

Ipods

Ipod1. Sketches from Spain (Miles Davis)

Es verano en sus finales, treinta y nueve grados casi a las cuatro de la mañana. Una niña de diez años mira al mar desde alguna orilla de Nueva York. A otra hora, del otro lado del Atlántico, otra niña mira el cielo desde el norte de Marruecos. Una ha dormido, la otra a trabajado todo el día. Tienen los ojos cansados y velados. A pesar de aviones y de buques que salen y llegan por aire y por mar, llenando de ruidos sordos de motor los espacios y ensordecen, no dejan de mirar, hasta que brotan lágrimas, lo que están mirando, fijamente en algún lado. Entonces, una empieza a taconear. Poco a poco. Luego la otra, lentamente. Van golpeando más fuerte o más fuerte o rápido según el ritmo de las olas y el viento que llevan consigo lo que el tiempo ensordece.
Llevan la calma a sus lugares, a pesar de las tristezas. Serenas a los suyos del insomnio y el cansancio. En lo alto de su baile, al fin llega la lluvia. Agotadas, se derrumban en la tierra.
Concierto de Aranjuez con una trompeta quita los zapatos a las niñas y las acuesta, al fondo, besándoles sus huellas.

Ipod2. Petit Fleur (Sydney Bechet)

Whisky, un cuarto oscuro.
Mucho humo de cigarrillo.
Y la soledad en frente, con poca ropa, bailando sola para uno.

Ipod3. Funky blues (Charlie Parker)

Uno se imagina escuchándole en la caída del agua. La regadera lenta, el agua caliente como ilusión que aleja la cama sola. Pone la cabeza bajo el agua y calla, minutos apenas.
Se seca, se viste, sale.
En el camino, se acerca al mercado y en cada fruta, pan, queso, legumbre, pescado, ve brotar los lentos acordes que escucha. Da el golpe del día en las malas madrugadas. Esas de tiempo encapotado, café en la mano al andar y la sensación falsa de que el frenesí de la ciudad se detuvo, por minutos quizás, en un saxo denso y embriagante.

Monedas al aire

1.
Viernes, 7:23 p.m.

Comienzo este blog cinco días antes de la quincena. Vacío mis bolsillos y enciendo un cigarrillo. Cuelgo las llaves, reviso los papeles arrugados, boto las facturas. Me quedan algunas monedas. Dentro de poco tendré 33 años, en una ciudad oscura, fuera de todo camino recto, casi a la mitad de la carrera de mi vida. Lanzo las monedas al aire, todas juntas, y las escucho conversar acerca de cual rostro será el que me toque. Mientras caen, aplano la lata de cerveza que bebí y la boto, con el cigarrillo apagado adentro, y las vuelvo a escuchar cuando caen, anunciando el resultado. Doy la espalda sin verlas, abro la puerta para salir de nuevo a la calle. Una última moneda, dando vueltas sobre sí misma, bailando como un trompo, emite el último veredicto.

Como si importara tanto.

2.
Viernes, 7:23 p.m.

Comienzo este blog cinco días antes de la quincena. Vacío mis bolsillos y enciendo un cigarrillo. Cuelgo las llaves, reviso los papeles arrugados, boto las facturas. Me quedan algunas monedas. Dentro de poco tendré 33 años, en una ciudad oscura, fuera de todo camino recto, casi a la mitad de la carrera de mi vida. Lanzo las monedas al aire, todas juntas, y las escucho conversar acerca de cual rostro será el que me toque. Mientras caen, abro la lata de cerveza y bebo, enciendo un cigarrillo que aspiro lento, y las vuelvo a escuchar cuando caen, anunciando el resultado. Volteo a verlas, aguanto la puerta antes de salir de nuevo a la calle. Una última moneda, dando vueltas sobre sí misma, bailando como un trompo, emite el último veredicto. La tomo, la muerdo y la lanzo nuevamente al aire mientras me marcho.

Ya conozco sus caminos.

martes, 1 de septiembre de 2009

Flamenco

Importa no estar dormido

José Bergamín

Siguiendo el dictamen del aire que lo dibuja

Lope de Vega

Nada más elocuente que un tablao en silencio. Lo que habla es de pisadas, taconazos, golpes que se repiten de golpe, caderas duras, espaldas rectas, brazos que serpentean. Su elocuencia nace de su ausencia de palabras. De esos golpes tribales que llegan donde las palabras sobran o faltan. El flamenco es una sensualidad contenida, una oscuridad luminosa, es una provocación instintiva, tibia. Enseña a vivir con nuestras pasiones. Enseña a llevarlas. Lleva una gracia que luego se muestra en el mundo. Enseña a mirar. Otorga un don del alma con el que se puede andar un poco más ligero. Es mortal y pasajero, como todo lo que vive y merece ser recordado. Ver flamenco es como ver una corrida. La mujer convoca al duende y solo si lo logra bailó de verdad. El torero convoca al toro, y solo si él acepta, toreó de verdad. Eso es lo único que se busca al ver flamenco: no es un asunto de cuerpos y bellezas. Es una belleza que sucede en el alma que puebla el cuerpo y la interpreta.
Viendo el baile uno entiendo que hay cosas que ya se acabaron. No se esperan resurrecciones: solo hay que aprender a mirar. Solo se mira aquello que pide ser mirado, aunque aquello que uno mira no lo sepa. Y ese cuerpo que se mueve en el tablao invita a tomarse la muerte con más calma. La muerte llega a cada paso y cada taconeo puede ser ella sonriente. Torean algo que está ahí, en el aire, y que solo vemos si lo hacen bien, sino no vemos nada.
Es el fuego más blanco, el más azul. Es el tiempo que se tensa como un arco.

lunes, 31 de agosto de 2009

los italianos.apuntes

Si bien los franceses llevan el equilibro europeo entre lo germano y lo latino, los italianos les ganan. Dante es el epicentro de la literatura en Occidente luego de Virgilio, no Moliere ni Racine. Es alrededor de un viaje a Italia en que Goethe, Stendhal e incluso, para salvar la patria, Manuel Díaz Rodríguez encuentran caminos antes no transitados. En nuestros días, y siempre alrededor de Constanza, su hija, Alejandro Oliveros ha sabido darnos en sus Diarios Literarios mucho de ese espíritu y aire que Italia mantiene a través del tiempo.
Tienen un aura de mala fama que se ha encargado de dar el cine: la mafia, la camorra. El cine también les ha dado mucho de su mejor fama: Sofía Loren, Claudia Cardinale, Monica Belucci. Italia es verosímil, coherente: las mujeres que ves en el cine existen y las otras no son muy distintas en verdad. La belleza la tienen de saber llevar el cuerpo, de reconocer sus límites y caminarlos con la exactitud que se requiere. Las italianas son coquetas, como no, pero no tienen ese sentido de impudor o incluso del exhibir que encontramos más hacia el trópico. La que tiene los senos hermosos lo sabe pero más que enseñarlos nos muestra "ese saberlo ya", esa conciencia de que ellos están ahí y ella lo sabe. No necesita que se lo recuerden tanto.
Tienen la mejor comida de Europa (lo lamento otra vez por los franceses) y ese tenerla lleva aparejado el "saber comer". Cómo el placer, el verdadero placer de comer no se aleja de la salud. Sus vinos son regios (Chianti, los del Vénetto) y el disfrute inconmensurable de la mesa puede dejar pensando a algún español.
Lo cierto es que Italia es para mí el corazón de Europa. Shakespeare se cansó de adaptar sus historias a sus obras, el renacimiento literario de la lengua española (el primero, el segundo si se lo debemos a los franceses) nace a partir de las adaptaciones de Garcilaso de la Vega. Italia, como España y un poco menos Grecia, son la inspiración occidental. Italia es, como no, lo clásico. Las líneas correctas, el trazo perfecto. La escultura, la pintura renacentista, Palladio, la moda. Hoy en día, y por cientos de años quizás, es el primer exportador de diseño del mundo. Son la Ferrari, Roma, la bahía de Nápoli, los pueblos de la Toscana, la mesa de Bologna.
Mariano Picón Salas habló de Italia con menos fervor que de Francia. Sucede que hay un elemento pasional muy marcado en los italianos que a algunos choca. Yo lo celebro. Pueden hablar de Botticcelli contigo comiendo unas aceitunas y repentinamente intentar clavarte un tenedor en la cara por picar la pasta. Creo que es eso lo que me cautiva. La línea de sombra que llevan al andar, en los ojos. El relámpago. Lo operático, el juego de manos al hablar, los andares de Eros y su mama, Afrodita a cada paso.

jueves, 13 de agosto de 2009

Día de San Juan

Es la misma tarde, y la luz en la misma tarde, los mismos coros.
Día de San Juan, día de sangre y de lluvia, serenata que abre párpados al cielo.
Está el mundo celebrándose, están los borrachos, las mujeres y los niños correteando, los ancianos cultivando el odio al paso del rayo, las respiraciones.
Mañana se irá a las iglesias, se irá al mercado, beberemos café en balcones y zaguanes.
Felices borregos, ya vestimos nuestras formas finales, y escuchamos el silencio de los gallos y el silencio de la dicha, las rabias pulidas a destiempo, los ecos olvidados.
La lucidez es negra y negra ha sido en este tiempo que acatamos.
En estos días, el odio es el aplauso del que llora y lo común es el dolor de los adioses.
El mundo anda a golpe de muerte y de caderas, ni más que el rayo, ni menos que las cenizas:
Pérdida de luz a la entrada de la luz, música de fiesta que se apaga.

La lentitud

Va lenta la semana. Nos gusta dejarnos para más tarde, la lucidez a la mano con el pánico.
No somos la historia de nadie: un andar doliente de promesas por los espacios del herraje, mientras nos gritan, nos gritan y nos lamen las orejas con susurros destrozados un disfraz de alegorías, un refrán de majaderos.
La providencia de dios está llena de azares de múltiples rostros. De murmullos de espanto en los umbrales. Momentos de ocio, de fotografía: la mujer desnuda en la autopista, las torres del silencio, la noche devoradora de mañanas.

Bajo el signo de Proteo

Lo que cambia, se sostiene en lo que goza: en el olor del café recién colado, en la fruta que entera se devora van girando los deseos, pasan entre el silencio de la siesta y bordean la hilera de recuerdos que se acercan cautelosos, casi inciertos.
¿Quién pudiera deslastrase la memoria, esconderla mientras se contenta en sus mentiras?
¿A quién no le invade el olor de un cuerpo gozado?, ¿A quién no le vuelven las ansias?
La paz se pide por instantes, no se retiene: que se acerquen los recuerdos, que piquen esta calma y que la hinchen, que alboroten la sala repleta de voces, la cama con sábanas nuevas, olvidando la calma aunque pensemos olvidarla, desatándonos la paz aunque pensemos retenerla.
La memoria también es casa que se cae y se levanta y los deseos frágiles pilares de esa casa. Aparezcan entonces todos los tiempos: abro las puertas y dejo pasar el río y sus olores y sus piedras: que sean ellos desgaste en los pilares, desgaste del olvido, suceso que avive los deseos.
¿Qué será el amor en sus final o su principio?, ¿Qué hacer con la memoria llena de deseos?, ¿Con los días que llegan como río desbordado y en su afán, derriba cercas y casas malamente construidas?
Batallas que llegan por instantes y no se retienen, mujer y su recuerdo escondido en el olvido, anhelo de tu cuerpo en este invierno

Las Furias

Te veía dueña de un fuego más denso que exaltaba tu llama. Esa fragancia que se asomaba por tus gestos y tu aliento lejano. Tus ojos me llegaban hondo como un canto. Era eso que me gritabas quemándote cada uno de tus días.
Yo solo quería tu danza. No leía los signos de los tiempos.
Ahora lo sé. Los dioses golpean donde duele, dicen. Las Furias me miraban desde lejos, jugándome a los dados, me dijeron.
Y mientras me quebraban los dientes, Las Furias se mofaron.

No hay tiempo equivocado

No hay tiempo equivocado para la palabra correcta.
No tiene que ver con las horas de los hombres ni los ciclos animales.
Se dicen las palabras, se pronuncian en el esplendor de su silencio y,
de manera exacta o de golpe, según acontezca,
da la hora precisa en el día, el año o la década que le corresponda.
Nuestra es la espera.

Música de la poesía, por T.S.Eliot (traducción de Natasha Tiniacos)

El tipo de poesía que recibimos es determinada, de vez en cuando, por la influencia de una u otra literatura contemporánea en una lengua extranjera; por circunstancias que hacen un período de nuestro pasado más comprensivo que otro; o por un énfasis prevaleciente en la educación. Pero hay una ley de la naturaleza más poderosa que cualquiera de todos estos hechos, influencias foráneas o del pasado: la ley de que la poesía no debe apartarse muy lejos del lenguaje cotidiano que usamos y oímos. La poesía acentuada o silábica, rimada o arrítmica, formal o libre, no puede perder contacto con el lenguaje cambiante del intercambio común entre personas (Eliot 110).

Puede parecer extraño que cuando profeso hablar sobre la “música” de la poesía ponga tal énfasis en la conversación. Sin embargo, debo recordarles, primero, que la música de la poesía no es algo que existe distante al sentido. De lo contrario, podríamos tener poesía de gran belleza musical que no tiene sentido, y nunca me he tropezado con ésta. Las aparentes excepciones sólo muestran una diferencia de nivel: hay poemas cuya música nos conmueve y damos por sentado su mensaje, así como hay poemas que nos cautivan por su sentido y nos conmueve su música sin siquiera notarla (110).

(…) Si nos conmueve un poema, ha significado algo, quizás algo importante, para nosotros; si no nos ha movido, entonces es, como poesía, insignificante. Podemos sentir conmoción al escuchar un poema en una lengua de la que no entendemos palabra, pero si nos dicen que ese poema es confuso y oscuro y no tiene sentido, podemos considerar que hemos sido engañados. Eso no era un poema, era acaso una imitación de música instrumental. Si sólo una parte del sentido puede expresarse al parafrasearlo, es porque el poeta está ocupado con las fronteras de la conciencia en la que fallan las palabras, pero el sentido aún existe. Un poema puede parecer que signifique muchas cosas diferentes para diferentes lectores, y todas estas significaciones quizá sean diferentes a las del autor. (…) Las diferentes interpretaciones probablemente sean una formulación parcial de una cosa; las ambigüedades tal vez se deban al hecho de que el poema signifique más, no menos, de lo que el discurso común puede comunicar (111).

La inmediación entre poesía y conversación no es un asunto en el que podemos trazar leyes exactas. Cada revolución en la poesía es apta para ser, y a veces se anuncia ser, un regreso al discurso común (111).

Ninguna poesía, por supuesto, nunca es exactamente el mismo discurso que el poeta habla o escucha: pero tiene que estar en relación con el discurso de su tiempo para que el oyente o el lector pueda decir “así es como yo debería hablar si pudiese hablar poesía”. Esta es la razón por la que la mejor poesía contemporánea nos emociona y nos da un sentimiento de realización diferente a cualquier otro provocado por la poesía de otras épocas (112).

La música de la poesía, entonces, debe ser una música latente en el discurso común de su época (112).

Traducido de Selected Prose of T. S. Eliot.
Ilustración: Tony Fitzpatrick, Boeuf Gras, 2008, técnica mixta y collage sobre papel.
12 comentarios Etiquetas: Poética, Traducciones

lunes, 10 de agosto de 2009

Venecia desaparece, por Cathy Newman (National Geographic)

El mundo reclama para sí la hermosa ciudad que Thomas Mann llamó “mitad cuento de hadas y mitad trampa para turistas”.

En ninguna parte de Italia, donde la calamidad se adorna con ademanes rococó y está bordada con signos de admiración, hay una crisis más hermosamente enmarcada que en Venecia. Ni en la tierra ni en el agua, sino en un lugar intermedio, la ciudad se eleva como un espejismo desde una laguna en el Adriático. Por siglos ha amenazado con desaparecer bajo las olas del acqua alta, inundaciones habituales causadas por la complicidad de la subida de las mareas y cimientos que se hunden, pero ese es el menor de los problemas.

Basta preguntar al alcalde Massimo Cacciari, meditabundo y voluble profesor de historia que domina el alemán, el latín y el griego antiguo; traductor de Antígona, de Sófocles; hombre que eleva el nivel intelectual político hasta casi la estratosfera. Pregúntele sobre el acqua alta y el hundimiento de Venecia, y responderá: “Consiga entonces unas botas”.

Las botas son estupendas para el agua, pero inútiles contra la inundación que causa más angustia: la del turismo. Número de residentes venecianos en 2007: 60 000. Número de visitantes en 2007: 21 millones.

En mayo de 2008, por ejemplo, durante un fin de semana feriado, 80 000 turistas cayeron sobre la ciudad como langostas sobre los campos de Egipto. Los estacionamientos públicos de Mestre, parte de tierra firme donde las personas se estacionan y toman el autobús o el tren hacia el centro histórico, se llenaron y fueron cerrados. Quienes lograron llegar a Venecia avanzaron por las calles como bancos de sardinas, devorando pizza y gelato, dejando basura a su paso.

La Serenissima, como se conoce a Venecia, es todo menos serena. El mundo irrumpe en la exquisitamente labrada pila bautismal de la ciudad, con guía en mano y fantasías empacadas junto con un cepillo de dientes y zapatos resistentes. Y ¡zas! Los venecianos son desplazados. El turismo no es el único motivo de aceleración del éxodo, pero una cuestión se cierne como bruma: ¿quién será el último veneciano que quede?

“Venecia es una ciudad tan hermosa”, dice el director de una fundación cultural. Desde su ventana puede verse la cuenca de San Marcos, con su interminable flotilla de lanchas motoras, góndolas y autobuses acuáticos llamados vaporetti, y más allá de la Plaza de San Marcos, epicentro del turismo veneciano. “En realidad es un teatro enorme. Si tiene dinero puede rentar un apartamento en un palazzo del siglo XVII con sirvientes y fingir que es aristócrata”.

Por favor tomen sus asientos. En esta pieza, Venecia asume un papel doble. Por un lado, la ciudad donde viven personas; por el otro, la ciudad que visitan los turistas. La iluminación, los decorados y los trajes son tan hermosos que duele el corazón, pero la trama es muy confusa; el final, incierto. Una cosa es segura: todo mundo está locamente enamorado de la protagonista.

“La belleza es difícil”, dice el alcalde Cacciari, y suena como si se dirigiera a un seminario de posgrado en estética, más que respondiendo una pregunta sobre políticas municipales. Citó a Ezra Pound (el poeta estadounidense enterrado en Venecia) con el verso que Aubrey Beardsley escribió a William Butler Yeats, especie de juego literario de teléfono descompuesto. Pero lo indirecto es tan veneciano como las curvas del Gran Canal.

Cacciari, cuya reputación de arrogancia compite con la de elocuencia, parecía estar de un humor tan negro como su cabellera.

El día anterior, un diluvio había inundado Mestre. La lluvia causó la inundación, no el acqua alta, dijo Cacciari en su oficina. “El MOSE [las barreras contra inundaciones en construcción] no habría ayudado. La marea alta no resulta un problema para mí. Sino para ustedes, los extranjeros”. Fin del intercambio de ideas sobre inundaciones.

No, insistió, los problemas están en otra parte. El costo de mantener Venecia: “No hay dinero suficiente del Estado para cubrirlo todo: limpieza de canales, restauración de edificios, creación de fundaciones. Muy caro”. El precio de la vida: “Es tres veces más costoso vivir aquí que en Mogliano, a 20 kilómetros de distancia. Sólo es asequible para los ricos o ancianos que ya poseen casas porque las han heredado. ¿Los jóvenes? Está fuera de su alcance”.

Por último, está el turismo. Sobre eso, Cacciari “el filósofo” dijo lo siguiente: “Venecia no es un lugar sentimental de luna de miel. Es un lugar contundente, contradictorio, abrumador. No es una ciudad para turistas. No puede reducirse a una tarjeta postal”.

“¿La cerraría usted a los turistas?”, pregunté.

“Sí. Cerraría Venecia o, quizá –reflexiona–, aplicaría un pequeño examen de admisión y una pequeña cuota”. Se veía desconcertado. Añádase una pequeña cuota a los precios ridículamente caros. Los turistas pagan 10 dólares por subirse a un vaporetto, 13 por un refresco en el Caffè Florian, 40 por una máscara de plástico para el carnaval, tal vez hecha en China.

O puede comprar un palazzo. “Las mejores propiedades están en el Gran Canal”, afirma Eugenio Scola cuando estamos sentados en su oficina de bienes raíces, con paneles de nogal, que domina la Plaza de San Marcos. Llevaba un saco negro hermosamente confeccionado, una camisa blanca de algodón, pantalones de mezclilla, cinturón de cocodrilo y mocasines negros con el lustre de ternero pulido. Durante años, los compradores eran estadounidenses, británicos y otros europeos, me explica Scola. “Pero ahora vemos rusos. También chinos”.

Entre sus ofertas había un apartamento restaurado de tres habitaciones sobre el piano nobile, o planta principal, de un pequeño palacio del siglo XVIII. “Molto bello”, afirma Scola sacando los planos. Tenía un estudio, una biblioteca, salón de música, dos salas de estar, una habitación pequeña para el servicio doméstico y una excelente vista por tres lados. Sólo nueve millones de euros. Si lo prefería, había un palazzo entero: el Nani, de 5 600 metros cuadrados, que se ofrecía con permiso para darle otro uso. “Probablemente se convertirá en hotel”, dice Scola.

Cuando le pregunté por algo más asequible, me llevó el día siguiente a ver un estudio claustrofóbico de 36 metros cuadrados, pero sólo costaba 260 000 euros. Alguien lo compraría como inversión o segunda residencia, pero tal vez no lo haría un veneciano.

Si usted es veneciano y no forma parte de lo que Henry James llamó el “espectáculo para mirones venido a menos” de la Venecia turística, si es un residente que vive en un departamento de una quinta planta sin elevador (los elevadores son escasos aquí), alguien que se levanta, va a trabajar, vuelve a casa, Venecia es un lugar completamente distinto. Lo anormal es normal. Una inundación es rutinaria. La sirena suena, bajan las puertas protectoras de acero. Se calzan las botas, esenciales para cualquier guardarropa veneciano. Se montan los cuatro kilómetros de pasarelas: tablones elevados sostenidos por patas metálicas. La vida continúa.

Aquí, donde todo lo que cualquiera necesita para vivir y morir debe transportarse en barco, sobre puentes y subirse difícilmente por escaleras, el tiempo se mide por la amplitud de las mareas; el espacio está delimitado por el agua. Las matemáticas de la distancia, un conteo de los pasos y los horarios de los botes resultan instintivos para todo veneciano.

Cuando Silvia Zanon va a Campo San Provolo, donde enseña en la secundaria, sabe que le llevará 23 minutos caminar desde su departamento en Calle delle Carrozze. Sale a las 7:35 a.m. Memi, propietario de una trattoria de barrio, sentado a la mesa leyendo el periódico, levanta la mirada y asiente con la cabeza. El joven que recoge desperdicios para la barcaza de la basura masculla un saludo. Dobla hacia el Campiello dei Morti y pasa frente a un muro cubierto por una tela con una rosa blanca que asciende; un puente, dos plazas, otra vuelta a la izquierda frente a un antiguo cine, hoy un restaurante de moda, y avanza hacia la Frezzeria. Más adelante están el Museo Correr y algunas señoras de la limpieza sobre sus manos y rodillas con cubos y cepillos. Atraviesa la Plaza de San Marcos, felizmente vacía temprano por la mañana. “Piso los adoquines y me enamoro de nuevo de la ciudad”, afirma. Otro puente, un paso enérgico por el Campo San Filippo e Giacomo, y llega. Son exactamente las 7:58.

Escuche. Venecia debe escucharse tanto como mirarse. Por la noche el ojo no se distrae con el resplandor de sus domos dorados. El oído puede discernir el golpe de los postigos de madera que se cierran, los talones que golpean hacia arriba y hacia abajo los escalones de piedra de los puentes, el dramatismo abreviado de las conversaciones susurradas, el golpear contra el malecón de las olas creadas por los botes, el ruido entrecortado de la lluvia que cae sobre los toldos de lona, y siempre, siempre, el pesado y triste sonido de las campanas. Sobre todo, el sonido de Venecia es la ausencia del ruido de automóviles.

A menudo Franco Filippi, propietario de una librería y escritor, no puede dormir, por lo que se levanta y se abre camino por el laberinto de calles, linterna en mano, deteniéndose de vez en cuando para proyectar un haz de luz sobre las fachadas de estuco y piedra hasta que halla un disco de piedra tallada, llamado pátera, que representa a alguna bestia fantástica que se desliza, merodea o vuela. Es entonces, cuando la ciudad duerme y él está absorto en la contemplación de una piedra de toque de su pasado, que recupera su Venecia de las multitudes que llenan calles, plazas y canales durante el día.

Gherardo Ortalli, profesor de historia medieval, encuentra su sendero menos poético. “Cuando voy a la plaza con mis amigos, debo detenerme porque alguien nos fotografía como si fuéramos aborígenes –dice–. Quizá algún día lo seremos. Vaya y mire un letrero sobre una jaula. ‘Alimente a los venecianos’. Cuando llegué, hace 30 años, la población era de 120 000 habitantes. Ahora es de menos de 60 000”.

El descenso parece inexorable. El año pasado, la población residente se redujo en 444 personas. Ortalli piensa que Venecia terminará como un mero parque temático para ricos, que llegarán en jet para pasar un par de días en su palazzo y se irán. Son las 10 a.m.; se dirige hacia un quiosco del Campo Santa Margherita para comprar un diario antes de ir a su oficina, aunque apenas si puede uno hallar un periódico entre la profusión de baratijas kitsch para turistas: máscaras miniatura, prendedores en forma de góndolas, gorras de bufón de fieltro.

Conozcamos al funcionario a cargo de la solemne obligación de administrar el desgaste causado por el turismo. Se llama Augusto Salvadori, y su tarjeta lo presenta como:

Director de turismo
Promoción de la tradición,
historia y cultura de Venecia
Protección del decoro
y la limpieza de la ciudad
Prevención del desgaste causado por las olas
Señalización de las calles

Amor no es una palabra demasiado fuerte, de hecho, resulta insuficiente para describir lo que Salvadori siente por Venecia. No sólo es el director de turismo y promotor de la tradición de la ciudad: es su defensor. Si Salvadori pudiera ordenarlo, de todos los balcones colgarían geranios (con ello en mente, distribuyó 3 000 plantas). En una ocasión, cuando cenaba en un restaurante junto a un canal, se inclinó sobre una mesa para reprender a un gondolero por cantar “O sole mio”, canción napolitana, no veneciana.

“El turismo consume la ciudad –afirma Salvadori, sentado en su oficina del Palazzo Contarini Mocenigo, construido en el siglo XVI–. ¿Qué reciben a cambio los venecianos? –frunce el ceño–. Los servicios están bajo presión. Durante parte del año los venecianos no pueden abrirse paso para subir al transporte público. Aumenta el costo de la recolección de basura; lo mismo sucede con el de la vida”. Una ley de 1999 que facilitaba la conversión de edificios residenciales en alojamientos para turistas empeoró la escasez de vivienda. Mientras, el número de hoteles y casas de huéspedes ha aumentado 600 % a partir de ese año.

“Quizá para ayudar –menciona Salvadori–, aplicaremos un impuesto a hoteles y restaurantes. Dicen que los turistas no vendrán, pero yo digo, ¿los turistas no vendrán por unos cuantos euros? –lanza una mirada iracunda–. No puedo preocuparme por los hoteles. Tengo que pensar en los venecianos. Mi batalla es por la ciudad. Porque Venecia –su voz se vuelve más dulce, se toca el pecho– es mi corazón”.

El turismo ha sido parte del paisaje veneciano desde el siglo XIV, cuando los peregrinos se detenían ahí, en ruta hacia Tierra Santa. Con la Reforma en el siglo XVI, se rezagó, pero recobró impulso en el XVII cuando europeos de clase alta, resueltos a adquirir el fino lustre de la experiencia cultural, se embarcaban en un “grand tour”.

¿Qué es tan distinto entonces respecto del turismo actual?, le pregunto a Ortalli. “Sí, había un grand tour –responde–, pero entonces las personas estaban interesadas en la hospitalidad. Ahora Venecia recibe cruceros gigantes. El barco tiene 10 pisos de altura. No se puede entender a Venecia desde un décimo piso. Bien podría estar en un helicóptero. Pero no es importante. Llega a Venecia, escribe una tarjeta postal y recuerda la maravillosa tarde que pasaste”.

La enfermedad es crónica. La infección data, a decir de la historiadora del arte Margaret Plant, de los años ochenta del siglo XIX, cuando la ciudad “se convirtió en un fetiche y volvió su rostro resueltamente hacia el pasado. En ese momento, la reservada Venecia se convirtió en una ciudad producto, un paquete de lo pintoresco. Sus propios ciudadanos se volvieron de segunda”.

El contagio se trasmina hacia las calles, sube puentes y atraviesa la plaza. “Ahí se pierde otro trozo de Venecia”, afirma con tristeza Silvia Zanon, la maestra, cuando La Camiceria San Marco, almacén de ropa cercano a San Marcos durante 60 años, tuvo que mudarse a un lugar más pequeño y menos cotizado porque el alquiler se había triplicado. El almacén, intrínsecamente veneciano, confeccionaba piyamas para el duque de Windsor y camisas para Ernest Hemingway. “Es como abandonar la casa en que naciste”, señala Susanna Cestari, quien había trabajado allí 32 años, mientras empaca para la mudanza.

En agosto de 2007 cerró Molin Giocattoli, almacén de juguetes tan popular que un puente contiguo fue llamado el Puente de los Juguetes. Desde diciembre de 2007 han quebrado 10 ferreterías. En el mercado del Rialto, los vendedores de recuerdos han sustituido a los vendedores ambulantes de salchichas, pan u hortalizas. Los turistas no lo advertirán. No visitan Venecia para comprar una berenjena.

Sin embargo, sí para casarse. La maquinaria turística ha incorporado las bodas, 720 en 2007. De manera previsible, el número de no residentes que contrajeron matrimonio en Venecia ese año fue mayor al de residentes, en una proporción de casi tres a uno. Si desearas casarte, la oficina de matrimonios de Venecia estará dispuesta a hacerte el favor por 2 400 dólares entre semana. Los fines de semana por 5 500. ¿Desearía la feliz pareja que se transmita la ceremonia por Internet? Ciento noventa dólares, si fueran tan amables.

Durante el carnaval los venecianos sensatos salen de la ciudad.

Algo que los lugareños no han abandonado es su cinismo. Cuando concluya el éxodo, si la ciudad termina siendo apenas una exquisita bombonera dorada, “¿quién será el último veneciano que quede?”, se le preguntó a una mujer cuya familia abarca varias generaciones. “No lo sé –respondió–, pero seguramente el último veneciano querrá que le paguen por serlo”.

Planes para la salvación de la ciudad aparecen y desaparecen como las mareas, pero las apuestas no podrían ser más altas: el turismo genera al año 2 000 millones de dólares, y es quizá un cálculo inferior al real, porque muchas de las transacciones comerciales no se registran. Es, de acuerdo con el Centro Internacional de Estudios sobre la Economía del Turismo de Venecia, “el corazón y el alma de la economía veneciana: bueno y malo”.

Algunas personas sugieren que las heridas de Venecia son autoinfligidas: las secuelas del impulso dirigido a exprimir el último euro, yen y dólar del turismo. “No quieren turistas –observa un antiguo residente–, pero sí su dinero. Los turistas estadounidenses son los mejores. Gastan dinero. Los de Europa central traen consigo su propia comida y agua. Quizá compren una gondolita de plástico”.

Se habla, siempre se habla (esto es Italia) de limitar el número de turistas, de aplicarles impuestos, de implorarles que eviten las temporadas altas de la Pascua y el carnaval, pero el turismo (entrelazado con la pérdida de población residente, más el poder de los hoteleros, gondoleros y conductores de taxis acuáticos que tienen interés por maximizar la afluencia de visitantes) desafía las soluciones simples.

“Le recuerdo, la pérdida de población… no es sólo un problema en Venecia, sino en todas las ciudades históricas, no sólo en Italia –advierte el alcalde Cacciari–. El llamado éxodo, que se remonta a hace mucho tiempo, está profundamente arraigado en la cuestión del alojamiento”.

La redención podría estar fuera de alcance. “Es demasiado tarde –dice Gherardo Ortalli, el historiador–. Nínive está acabada. Babilonia está acabada. Venecia permanecerá. Esto es, las piedras permanecerán. Las personas no”. Sin embargo, por ahora aún hay vida y muerte en Venecia. Franco Filippi camina en la noche en busca de tallas sobre los muros erosionados por los elementos. Silvia Zanon sale a la escuela, cruza San Marcos sólo para enamorarse de la ciudad de nuevo y, suponiendo que sea temporada, aún podrá usted comparar una berenjena.

“Venecia puede morir –insiste Cacciari–. Pero nunca se convertirá en un museo. Nunca”.

Deslizarse desde las aguas verde pizarra de la laguna frente a San Giorgio Maggiore hacia la cuenca de San Marcos, acercarse al Palacio del Duque con su tracería de arcos y columnas, mirarlo como los duques debieron mirarlo, es observar que la belleza, difícil y magullada, sobrevive.

Así sucede con los amores. ¿Qué es Venecia –tan seductora, tan letalmente atractiva–, sino el escenario más sublime para el gorjeo del corazón?

Por ejemplo, un día de otoño no hace mucho, dos niños de 12 y 13 años, de Grosseto, ciudad toscana, se escaparon. Sus padres no aprobaban su amor, así que ahorraron su mesada y la gastaron en un tren a Venecia. Caminaron por las calles adoquinadas y se entretuvieron en los puentes que forman bóvedas sobre los canales. Se acercaba la noche y con ella la necesidad de un lugar donde quedarse. Llegaron al Hotel Zecchini, una modesta casa de huéspedes. El encargado escuchó una vocecita, levantó la mirada, no vio nada, se recargó sobre el escritorio y vio los rostros infantiles. Escéptico sobre su relato acerca de una tía que llegaría pronto, los interrogó con delicadeza, los escuchó y llamó a los carabinieri.

“Tanta inocencia y ternura. Sólo querían estar juntos”, mencionó Elisa Semenzato, gerente del hotel. Cuando llegaron los carabinieri, los llevaron a recorrer la ciudad en su bote, luego al cuartel ubicado en un antiguo convento y los metieron a la cama en habitaciones muy separadas. Al día siguiente les sirvieron una comida de tres tiempos en un salón que da a un patio del siglo XV.

El amor triunfa; la realidad importuna. Los padres, menos que encantados con la narración de Romeo y Julieta, llegaron esa tarde para llevar a sus hijos a Grosseto, lejos de la suave aflicción del primer amor y de la dorada belleza veneciana.

Los besos acaban. Los sueños se desvanecen y algunas veces las ciudades también. Añoramos el final perfecto, pero el telón cae junto con nuestros corazones.

La belleza es tan difícil.

jueves, 30 de julio de 2009

Adiós muchachos

una noche de insomnio, el Hombre Nuevo se levantó y vió en el espejo del baño al American way of life Men. Se dieron cuenta que ninguno de los dos existe. "Estamos jodidos", se dijeron al unísono, los mismos rostros en el espejo. Una niña pasó en su mismo insomnio frente al baño y los vió hacerse humo. Libertad corrió a prender la tele con un plato lleno de helado, a ver comiquitas. Y Quino sonreía.

lunes, 27 de julio de 2009

Pranayama

Soy, más que un chef, aprendiz de cocina. Me entusiasman los olores que exhala cada plato que en mi insomnio cavilo y en mis ollas intento colar. La clave se encuentra en las especies: el cilantro, el ají dulce, el picante, la pimienta hacen todo en un plato. Desde la cocina, me encanta ver a los clientes recibir la comida desde la nariz: respiran hondo al tener al mesonero a pocos metros apenas y exhalan al tenerlo frente a sus ojos. Así fue con ella. Al llegar (todos pasan frente a la cocina para entrar al local) emanaba una fragancia que no era de aquí, un olor salado, húmedo, secreto. El mesonero me dijo su orden. La clave estaba en el azafrán. Lo hice, lentamente, y se lo envié. Sonrió al olerlo y volteó hacia la cocina. Pasó que me caí y me golpeé en la cabeza. Sentí perder el sentido. Me levanté y volví a verla, como llevo meses haciéndolo: sin maquillaje (así brota su hermosura, no tanto cuando se pinta para salir en la noche), su piel es blanca, pero como de un mármol húmedo, como piel que se dora bien al broncearse. Negrísimos el cabello y las cejas. Al salir, estaba esperándome. Llevaba el cabello recogido en un moño alto. Un blue jean roto en las rodillas,una franela blanca,un collar de coral rojo y unas sandalias completaban el atuendo. Miento, lo completaba un frescor que soltaba su piel a mis ojos, que me hablaba con un perfume raro, algo que uno ha olvidado para recordarlo de golpe ante su cuerpo.
Me miró profundamente y me invitó a su casa. Me quedé en el sitio. Por supuesto que asentí. En el camino, no recuerdo mucho sino su perfume, un olor picante y penetrante, a sal, a viento de mar, a naranjas, madera, azafrán. Me llegaba por ondas, por silencios en que abría sus labios para hablarme del Pranayama, de cómo todo estaba en el respirar. Al llegar a su casa, me dijo que esperara en un sillón pequeño y cómodo. Los colores destacaban: el rojo, el anaranjado, el amarillo. Anaqueles con Budas y piezas hindúes inundaban el lugar, pero sin ostentación. Ellos sabían que estaban ahí, no necesitaban decirlo a gritos. El piso de madera cubierto por dos alfombras enormes. Pocas lámparas, solo tres y dos apagadas. Una cocina pequeña, olorosa a especies. Dos fotos de ella: una practicando Yoga, otra recibiendo una medalla con una bata blanca.Al final, un pequeño jardín lleno de muchas pero pequeñas jaulas con pájaros. Azules, blancos, negros, verdes. La casa era ella y su fragancia al salir con un Sari como la casa: rojo, anaranjado, amarillo consumiéndose cada color en el otro. Estaba descalza y con el cabello más recogido aún. Llevaba un collar de perlas negras y pulseras de metal gastado en muñecas y pies. Distinguí tres tatuajes: uno en el cuello, otro en la parte izquierda de la espalda y otro en el tobillo. Los tres, letras en sánscrito. Se acercó y empezó a besarme los ojos mientras soltaba los botones de la camisa. La tomé por la cintura para atraerla y riéndose me dijo: déjate guiar. Me desnudó y fue a la cocina. Regresó con una tapara de madera con un líquido adentro y una esponja. Me tomó de la mano y me llevó a una estancia escaleras abajo. Cinco velas grandes iluminaban el cuarto. Me acosté sobre el piso. Estaba caliente. Entre las rendijas de la amdera surgía un vapor con un suave olor a sándalo. Tomó la esponja y en cuclillas empezó a mojarme con el líquido tibio. Sentía que me picaba y relajaba a la vez. Comenzó por el pecho, luego mis brazos y abdomen, mi espalda y terminó en mis piernas y mi sexo. Desde que la vi salir del cuerto estaba erecto, pero al llegar la esponja a la punta del pene, creí reventar. Sentí que en cualquier momento iba a eyacular, pero ella comenzó a acariciarme los testículos con movimientos lentos, apretándolos y viéndome serena. Me calmé. igual hizo cuando empezó a desnudarse y vi su cuerpo entero. Otro tatuaje adornaba su vientre (era Krishna) y una cadena de oro rodeaba su cintura. Toda ella estaba bañada en un aceite brillante y oloroso. Acercó un cojín grande y lo puso detrás de mi cabeza, para luego sentarse en posición de loto sobre mi. La penetré. Puso sus pies debajo de mi espalda y empezó lentamente a subir y a bajar, sontenida por mis brazos. Su voz, dulce, se enronqueció y entrecortó, y repicaba con ecos por toda la habitación. Luego se acostó en posición de Cobra y me invitó a penetrarla otra vez. Lo hice con furia, ante lo cual me miró con compasión y me invitó a seguirle el ritmo a sus caderas, lentas y constantes. Luego, aún dentro de ella, adoptó la Halasana y me dijo que me detuviera. El silencio fue completo, solo se escuchaba la respiración de ella, la mía, y el canto coral de los pájaros. Así, fue recorriendo cada asana del Yoga conmigo. Cada vez que me veía de bruces contra la madera del piso, un susurro suyo, con esa voz suave pero honda, me devolvía el orden a mi cuerpo. Mordí sus pechos y su cuello, lamí su lengua y sus sexo. Penetré cada parte de su cuerpo y en algún momento, me desvanecí.
Volví en mi y estaba en el cuarto de una clínica. Estaba vestida con una bata blanca y una taza en la mano. Bebí de ella. Intenté moverme y no pude. "El golpe que te diste fue muy fuerte", me dijo antes de salir de la habitación. Mi cara fue de desconcierto al ver a mis compañeros de trabajo, a mi jefe, y a dos de mis clentes frecuentes. "¿Donde estoy?", dije. "En el hospital. El golpe que te diste al caer fue muy grande. La mujer a la que le cocinaste de último es doctora y te trajo. Claro, varios te acompañamos. Te volviste como loco. Dabas manotazos, ponías cara de delirio, agarrabas a la doctora mientras te ponía alcohol en la cabeza.La sobabas, intentabas besarla. Tuvo que hablarte pausado, como a un niño chiquito".
Lo único que hice entonces fue sumirme en silencio. Me negué a hacer comentario alguno.
En un viaje a Bombay,hace años, conseguí una imagen de una diosa hindú. Cada noche, al voler el dolor a la cabeza,en mi consecuente insomnio, prendo incienso a ella para calmarme.
No lo logro. La imagen es igual a ella:Una mujer que me sonríe alrededor de un olor denso, con un dejo de alcohol y mercuriocromo. La recuerdo y más bien el dolor aumenta. Meretriz mía, omphalos perfecto.

Tríptico de luz y hembra

En Provenza, Cezanne se refugia de la zátrapa de París y de su madre. La relación con su mujer es tormentosa. Se empieza a distanciar de Pizarro y de Zola.Al final ha heredado dinero. Pinta entonces, a la luz del mar cercano, sus mejores cuadros:esa geometría exacta, ese movimiento y textura sensual de las cosas. Frutas que se pueden tocar, cuerpos que son cuadros, cuadros que son cuerpos extendidos.
En New Orleans, un joven Degas mira el Golfo de México, al borde de la desembocadura del Mississipi. Observa los caballos y su movimiento. Al marchar a París los pintará mientras imagina a muchachas bailarinas al natural, en movimientos libres, en su plena animalidad.
En Macuto, Armando Reverón manda el mundo al demonio y se dedica a pintar la luz y a componer sus muñecas, inocentes y puras en su estabilidad, mientras su mujer le enseña el sentido de la libertad al seguirlo con sus bamboleos.
El Golfo de México, el Mediterráneo y el Caribe arrojan su luz sobre las hembras y, en su movimiento, nace la pintura moderna en ambos lados del Atlántico: una luz paralela a cualquier ola en el fondo de un vientre abierto que nos mira, solemne.

Esta lengua que me aprendo

Me sé el menos aventajado de tus alumnos.
Me cuesta deletrearte el cuerpo.
Soy torpe, lo sé, y me lo recuerdan apropiadamente amigos más avezados.
Pero uno te sabe en el paladar y empieza a chuparte como durazno que se abre.
He visto el punto exacto en donde disfrutas la caricia y se blanquean tus ojos, y aún así me miras.
No conozco las artes de subir balcones y por eso las alturas gramaticales de tu cuerpo me hacen trizas.
Te espero al final del parque y, cuando nadie te mira, te rapto y violo detrás de un banco, en los últimos árboles, hacia una esquina. Tapo tu boca y te acaricio. Sólo entonces habla tu cuerpo para mi, te entiendo y puedo aprenderte cada día.
Así, siempre ando al acecho. Sé muy poco de metodologías. Solo cumplo con devolverte, magreada pero vestida.
Así aprendo a escribirte, lengua mía: del balcón donde te miro y no comprendo, a la cama de hojas en que te acechan manos y boca que aún así son tuyas y no mías.
Sólo desde el rapto te comprendo, solo desde el deseo puedo leerte y hacer de tus palabras un hervidero de saliva.

miércoles, 22 de julio de 2009

El legado de Sontag en la red

Susan Sontag murió en 2004. Mucho nos legó, pero creo que junto a sus estudios sobre la enfermedad, sus ensayos sobre política y moral y su fascinación por la belleza, su inteligencia incisiva (para mi, quizás el elemento más sensual que uno puede conseguir más allá del cuerpo), supo centrarse bien en la reflexión profunda alrededor de la fotografía y sus significación en la modernidad.
Las ideas de Sontag sobre la fotografía cobran vigencia cada vez más. Creo, se hacen extensivas a otros ámbitos del mirar en este comienzo del siglo XXI. Internet, con la extensión de su red a ámbitos tecnológicos como el celular y con planteamientos de interrelación humana como lo es el Facebook, por solo mencionar algunos, es partícipe del mirar planteado por Sontag. El testimonio, el blog, el diario, lo epistolar, la creación, la posibilidad de tomar fotos con
el celular y cargarlas en alguna página de internet, el voyearismo presente y/o latente en ellos, lo atestiguan. Ver el proceso creativo, la característica de EN-OBRA (el término es de Gina Saraceni) que contienen muchos perfiles que podemos encontrar en Internet nos está permitiendo seguir la línea de pensamiento y sensibilidad de alguien en un blog literario (como el que comenzó recientemente Alejandro Oliveros, y en donde reflexiona sobre este hecho; solo el hecho de que te miren, de que al publicar algo, sea una fotografía o un escrito el otro lo pueda verlo al instante y, más aún, opinar sobre ello) o en la elaboración de un cuadro ,el boceto, el delineado, la aplicación de los colores, cosa que antes no sucedía. ¿Qué sucede entonces con esto?, ¿cambia el proceso creativo?, ¿modifica el comportamiento de otros? No lo sé. Pero creo que es importante, que es un elemento significativo que trasciende el simple hecho de comentar qué haces, cual es tu estado de ánimo, en que onda andas o cuales son tus intereses. Frases, escritos, fotos, videos, encuestas, grupos afines atestiguan mucho de lo que digo.

Holy Smoke (humo y escritura)

La evocación es un territorio desconocido incluso para uno mismo

Wilfredo Machado




He sido un perro de Pavlov de la escritura.Comencé a fumar en mi adolescencia en casa de mi padre. Papá dejó de fumar a los 38 años y se convirtió en un antitabáquico empedernido. Por tanto, había que fumar a escondidas y la única manera de poderlo hacer era esperar hasta tarde en la noche. Pasaba el día entero esperando, y la único manera de aguantar la ansiedad era leyendo. Comencé a leer furiosamente gracias al humo. Gracias a él, también a escribir. En las noches me quedaba escribiendo. Al principio, quería imitar a quienes leía: Carpentier, Pessoa, Borges, Cortázar, Onetti, Bryce Echenique, Paz, Neruda, Vallejo. Incluso intentaba poemas a partir de las letras de algunas canciones, haciendo hincapié en Serrat y Bob Marley. Llegaba la noche, comíamos, veíamos alguna película y, al acostarse todos me quedaba en la sala escribiendo, con la concentración que otorga la espera, la ansiedad: sólo escribiendo lograba serenarme, solo al escribir encuentro el silencio y la concentración de los yoguistas y de aquellos que practican capoeira. Trazar líneas, experimentar, planificar el texto, dejarlo hacerse sólo,reescribir. Un día me quedé sin nada que leer en un viaje a la playa y tenía a mano solo el poder reescribir el texto que había visualizado y borroneado la noche anterior. Quince noches en Morrocoy, quince noches reescribiendo el texto. Así escribí mi primer cuento corto o poema en prosa. Todo por la espera del cigarrillo.
El humo y la escritura están unidos en mi, o lo han estado. Es la unión de la muerte y la palabra, de la escritura de tu propia muerte, de la extensión del espacio de aire libre que te va quedando en la vida. Como el humo, asfixiante, denso, dañino, sagrado, del incienso al arder, que yo trato de hacer por mi lado. Ese humo ha sido un espacio de sacralidad en los trazos de mis dedos en el papel o en la pantalla.
Desaparecerá, habrá que dejarlo, pero la búsqueda de ese humo espero cese solo cuando me quede ser eso mismo: ceniza, humo, densidad que se disuelve en el aire y se hace uno con el resto.

martes, 21 de julio de 2009

San Cristóbal, año 2025

Claro que hubo otra guerra en el mundo, por supuesto que los muertos se multiplicaban mientras crecían y crecían las aguas e iban lentamente, al ritmo del universo, haciendo mayores las costas del mundo. Ahora hace más calor, y ya no hay nieve en las montañas, mucho menos las cercanas a acá. Pero la montaña nos ha salvado de esas crecientes aguas. La ciudad tiene ahora un millón y medio de habitantes, los cerros fueron poblados por urbanizaciones y barriadas, las avenidas ampliadas. Hacia el centro, hacia la Catedral, no hay paso de vehículos; decidieron convertir el viaducto en un museo de los suicidas; las grandes avenidas ahora más grandes todavía, varios edificios fueron derribados. El nuevo estadio de Pueblo Nuevo alberga 90 mil almas en un lleno (el Deportivo Táchira tiene en su haber ya varias Copas nacionales e internacionales, empezando por la Libertadores, que en la década del 2010 al 2020 se dedicó a ganar continuamente, aunque ya hay una baja desde hace cinco años), el de béisbol profesional 50 mil (fundado el equipo en el año 2012, ganando la Liga Profesional ese mismo año en contra de los Leones del Caracas, a quienes les propinó una sonora paliza). Alguien tuvo piedad de la ciudad y se creó hace unos siete años un enorme Centro Cultural,con una arquitectura semejante a la Galleria en Milano, así como una gran Sala de Conciertos, sede de la Filarmónica de la ciudad. Hay dos grandes Galerías de Arte, puente entre lo que se hace en Caracas y lo que se hace en Bogotá. Tanto la ULA como la Católica abrieron las carreras de Historia, Filosofía y Literatura (la ULA tiene los pregrados y dos postgrados en Literatura Venezolana y Latinoamericana; la Católica tiene las maestrías en Historia de las Américas y en Filología, además de Historia del Arte). A pesar de esto, en la ciudad prima siempre el negocio y San Cristóbal es hoy un gran centro médico de fama internacional, especialmente en el ámbito latinoamericano. La gente ha continuado prosperando: los negocios con Colombia aumentan significativamente luego de que la guerrilla entregó las armas hace diez años, los cultivos de coca arrasados y la marihuana legalizada. La carreteras viejas fueron hechas de nuevo y ahora el tramo de Barinas a la ciudad es de apenas dos horas, así como la autopista hacia La Fría, Valera, Mérida y muchas ciudades y poblados. Del ya viejo Centro de Compras Baratta (inaugurado hace ya dieciseis años) hay dos en la ciudad, otro en Mérida, Valencia, Bucaramanga, Barquisimeto, Maracaibo, Puerto la Cruz y Margarita. De Houlihan´s, el gran local fundado en hace ya más de quince años,a pesar de los avatares que se presentaron en el camino al principio, hay aproximadamente la misma cantidad en el país, con sucursales en Cúcuta y Aruba. El Complejo Ferial fue ampliado y se convirtió oficialmente en el Bar más grande del mundo.Los clubes crecieron y se crearon otros, comenzando por un campo de Golf extraordinario. San Cristóbal abrió los ojos y es en estos momentos la ciudad con más vehículos con gas natural del país, y de energía solar en Suramérica. Los centros educativos de la localidad, junto con los de Mérida, superan con creces a los de la frontera con Colombia en cantidad y calidad desde hace algunos años. La ciudad es además el principal centro agropecuario del norte de Suramérica.
Yo llegué apenas hace unas semanas del extranjero siguiente huellas hasta aquí de nuevo. Hay que respetar las herencias, los legados del pasado.Debe ser maravilloso vivir aquí.

jueves, 16 de julio de 2009

Cuerpo de mujer

1

Cuando el cuerpo habla, las palabras que lo nombren se deben ante él. Debe darnos aquello que enuncia en sus olores, el sabor del lugar del que procede. Cada cuerpo habla a otros como a sí mismo: despierta rechazos y acercamientos, dudas y certezas, epifanía y desconcierto. Así la palabra con el cuerpo: le habla desde su doblez y su carencia, su dulzura y sus aciertos. Cada palabra se levanta, se lava, suda, se perfuma desde el espejo del otro. Lleva un ritmo dictado por el cuerpo, que se abre sincero.

2

Me miras cuando ya no miro. Llevas tus talentos de hembra: calculas, haces pronósticos, observas mis hábitos, me juzgas, reconoces lo que te agrada. Imaginas cuanto costaría hacerme a tu cuerpo. Uno voltea y te sabe observando, con ese calidoscopio que es tu mirada de mujer. Uno habla y volteas tu ahora, oteando ese punto infinito que ustedes miran cuando decantan lo que decimos, la cara de bolsa con que uno se suelta. Incluso observas a quien me mira, ves la expresión de ella, ves de arriba abajo si podría ser o no tu competencia. Llevas una balanza en donde me pesas. Revisas tus bolsillos, tus monedas.
Como ves, uno también se sabe presa.

3

Todo termina por los ojos. Más que comenzar, es el lugar que anuncia destierro o cama. También dudan, no son perfectos. Cuando miran con fijeza y uno ve el iris, la pupila danzando como un colibrí. Determinan tantas cosas. Son el juez mayor, el que indica si acertaste o no, si la caricia es correcta, si el detalle es inexacto. Dos pájaros de luz baten alas en su rostro y vuelan hacia ti en una mirada.
Ves, en el espejo que te enseñan, el golpe de los dados. Qué hay más allá del trago o la película que compartiste. El futuro está en ellos: una noche, dos besos, amor de playa, noviazgo, candidato a amante, marido, padre de sus hijos, futuro ex esposo, cuerpo que le otorgue viudez. Van hablando según el tiempo o lo que en el camino pasa. Los hay de matices infinitos. Rayados, limpios, me han rodeado los muy oscuros o los claros. En los primeros, pequeños o con párpados semi-cerrados, brilla una luz maravillosa. Siempre iluminan. Cuando se molestan, se hacen tenues. Cuando se entristecen, a pesar del brillo que puedan dar las lágrimas, se apagan. Hipnotizan, ven todo lo que hay que ver y anuncian rientes o solemnes veredictos. En los segundos, aumentan las variantes. Me decanto por los grises, que bailan entre verdes o azules según la luz. En ellos, si te acercas a la altura del aliento, ves el universo. Todo está ahí: los planetas, las mentiras, las galaxias, las entregas. Cuando rabian, se vuelven plomo, cuando ríen son dos cucharillas de plata.
Con los ojos ellas aprueban, preguntan, juzgan, rechazan, hablan, fulminan, besan, responden, lamen, descartan. Suelen bajarlos cuando escuchan sin ser percatadas. Miran de frente cuando hay inocencia o no pueden evitarlo. Cuando quieren saber en verdad quien eres o que pasa.
Todo termina ahí, en la mirada. La del adiós, con lágrima pero firme; la de la entrega, dulce y gozosa; la resignada, hueca; la celosa, fría y cruel; la irónica, acuosa.

Por los ojos lo saben todo. Por la mirada te desean, se reprimen y también te matan. Hay un tiempo que a ritmo de océano, de giro y giro del planeta, te coloca en su palma y te decanta.

4

Mejor no hacer nada. El demonio está aquí pero duerme. Los labios no están prestos y se secan.
Mejor recojo tu humedad, acerco el fuego y respiro sus vapores arcada tras arcada.
Mejor no hacer nada, solo eso.
Los labios se prestan solos y humedecen. El demonio duerme siempre tibio.
Vivo animal en su reposo.

5

Los labios resguardan a la mueca o a la risa, el aliento tibio y la longitud incalculable y húmeda de su lengua. Por los labios los hombres juzgamos cosas: su delgadez, la paridad entre el superior y el inferior, la tersura, el grosor. Los sabios significan una boca grande o pequeña, una sonrisa franca y abierta o pequeña e íntima. Son los labios analogía y metáfora de su propio cuerpo, de su color, su fragilidad. Ambos son reflejo de los otros, ambos se empapan o se secan de acuerdo al movimiento correcto. Se abren, muestran el oscuro fin en donde hacer casa y entonan serenos la más perfecta de las palabras: aquella que a veces, llenos de torpeza, no logramos escuchar, ni siquiera en los estertores del orgasmo.

6

La espera siendo fortaleza, columna que sostiene el abrazo del aire alrededor de los dedos, asidos a unas manos que no encuentro sino en sueños. La llegada tan débil, catarata que se riega por el cuerpo, afuera como adentro, y todo lo dispersa.
¿Hay mayor fragilidad que derramarse?, ¿hay mayor fortaleza que esperar que te derrames?
Hazte a la tierra, cósela. Sostenla con tibiera, fórmala.
Vendré con mis palabras desde el suelo. Has de este piso en que me esperas un ánfora de tiempo.

7

Las manos de ellas enseñan a tocar. Como ciegas, recorren tu rostro palmo a palmo, secreteándolo. Tocan los ojos, la frente, la nariz, los cañones de la barba, los labios, el mentón. Te apartan y te jalan hacia ella. Son rosadas como salmón o bronceadas. Manos de fregar o de reina, amarillas de nicotina o de mármol, largas de pianista, de palma grande o dedos pequeños, de dedos como estiletes que escriben con sangre en tu espalda. Con uñas cortas o no, toman tu mano y la aprietan, la levantan, la acercan, la arrojan de su cuerpo. Con ambas cruzan tu cara con violencia o con calma. Con ellas amasan o firmas cheques de compañía, cambian pañales, hacen Yoga. Dirigen la ciudad con agitación o parsimonia, pintan el aire alrededor.
Ellas buscan ser llevadas pero en verdad llevan. En una mano una flor y en la otra una navaja.




8

Uno mira desde lejos un cuerpo y se acerca. El camino desde el lugar en donde estás hasta ese cuerpo se paladea, se respira en sus olores traídos por la brisa.
Uno mira desde cerca un cuerpo y se detiene a escucharlo.
La boca se ha hecho agua. Sólo hay hambre en esas manos.
Pronto viene el devorar.

9

Poner una mano sobre ella, luego la otra. Captar sus pliegues, desniveles, sus lugares en tensión, sus roturas. Sentirla larga, sin final en hombros o piernas, delgada. Empezar debajo de la nuca, apretarla, avanzar hacia los hombros y su ser rotundo y bajar a los omoplatos, a veces frágiles. Parece la más larga de las piraguas. Es el espacio más pleno de piel, el que más se eriza, el que se arquea o retuerce. Toco su espalda y es el más entero de los presentes. Voy bajando las manos. Subo otra hacia su pelo y luego avanzo hacia dos cuerpos mansos. Roce lento de dedos hacia la profundidad del izquierdo, que al contacto despunta. Luego el otro. Se acercan los labios, muerden suave su centro. Se acercan de nuevo las manos. Se alejan los labios del centro, se abren los dedos, las manos se llenan de sus pechos. Su cuerpo se acerca y me rodea. Las piernas son siempre una promesa de algo que se sabe aunque casi nunca llegue a ser tuyo. Son la longitud más lasciva del cuerpo. Abarca el tobillo y sube, se extiende al muslo, delgado o grueso, y se pierden en la oscuridad que les palpita. Son fuerza, tono, robustez, tacto al que aspiramos en su lisura precisa. Hace semanas fui testigo de ellas y su poder. En un café, vi una mujer blanca, de cabellos negros y una minifalda. Todo lo que se encontraba alrededor, mesas, sillas, hombres, mujeres, mi mirada, giraban alrededor de sus piernas. Todo la miraba, rodilla abajo tensa por la sandalia alta, rodilla arriba cruzada una sobre otra en su extensión correcta, en la precisión de cada fémur, haciéndose dueñas desde el suelo al aire y desde mis ojos a las escaleras en donde estamos ahora en que agarro tu cuello y pongo mis labios en la nuca acalorada para besarlo. Se huele el cuello, se muerde, se besa. Está para atenderlo tanto como las orejas, llenas de vocales abiertas, de sarcillos enmarcando su brillo. Ellas deciden por la vista, por el olor, también por el oído. Es la alcabala de las mentiras y la entrada de las más sinceras palabras. Por lo que guardan (el oído), por lo que esperan (temblores), por lo que marcan (perdones), las orejas son la casa del viento resguardándoles hazañas. Hacia ellas la lengua, los agradecimientos, las sombras, el susurro en que le digo todo lo que voy a hacerle, calladamente, tomándome mi tiempo en muelearla, chuparla, voltearla sosteniéndole las manos, amarrándolas al pasamanos de la escalera al desnudarla.

10

Te desgranas fantasma, ahora, en la mañana. Intento descifrarte y no me dejas ya. Más que un sabio, un enfermo soy de tu olor. Es un círculo en donde lanzo la atarraya en cada calle y espero

Del averno a tu olor, y de tu olor al averno.

martes, 7 de julio de 2009

Fenomenología del Reguetón

Primero que todo, ¿cómo se escribe? ¿Reggaetón, derivado del reggae o reguetón, derivado de reguero? ¿O regetón? Pocas personas han coincidido cuando les pregunto esto. Y son personas de diversas edades, desde los 10 a los 45 años aproximadamente. Heredero del crossover, este ritmo ha significado cambios determinantes en la moda, el concepto del baile y la idea del cuerpo en nuestras latitudes. Como todo ritmo musical, no salió de la nada. El reguetón nace en los Estados Unidos, en donde se han formado y unificado una gran mayoría de los ritmos latinoamericanos modernos (desde el bugaloo, la salsa, el tango de Piazzolla).Estados Unidos ha sido no solo destino migratorio predominante de los hispanos, y en especial los caribeños, sino que ha sido el espacio en donde mucho de lo que conocemos como "nuestro", se ha gestado. Hablar de lo hispano, lo latinoamericano, es hablar de las
características culturales de los pueblos abajo del Río Grande en contraposición y a la luz, de lo anglosajón, de lo estadounidense.
La presencia hispana ha sido enorme en el norte. México, Cuba y Puerto Rico y, luego República Dominicana han sido las nacionalidades más presentes por antonomasia. Hechos históricos relevantes determinan esto, pero ante todo quiero señalar que mucho del concepto, de la idea de lo que es lo "latino" nace ahí. Por ejemplo, la idea de comida mexicana que tenemos (absolutamente gringa). En Venezuela hay cierta excepción, pues hemos sido refugio de cubanos y dominicanos en diversas épocas del siglo XX. Son sensibilidades conocidas y que han determinado, en especial, nuestro gusto por la música.
Hablar de reguetón es hablar de la música de discoteca que más fervor ha despertado en el mundo latinoamericano (y en algunos lugares allende) desde la música disco (en general) y la salsa (en particular). Estos dos ritmos nacen en los setenta. Casi treinta años han pasado y, a pesar de la fuerza contenida en el pop en los ochenta y sus continuadores en los noventa, a pesar de bandas como la de Wilfrido Vargas y 4:40 (Bachata Rosa, de este último, es el disco más vendido en Latinoamérica en todos los tiempos) la fuerza del reguetón los supera. Ojo, no estoy diciendo que sea mejor (no lo creo), quiero decir que la presencia cultural de este ritmo ha llegado y por lo menos va a estar un rato largo.
Las cosas han cambiado. Y han cambiado porque no es solo el ritmo de una generación (completa del siglo XXI), sino que ha tocado todas las edades y los ámbitos. Lo bailan niños de preescolar y damas de más de sesenta. Pulula en todos los ipods. Y si bien no todos escuchamos SOLO REGUETON, su presencia es apabullante.
Por supuesto, existe quien odia el ritmo. Lo considera vulgar, falto de virtud musical, decadente, ordinario. Y este repudio es visceral. Levanta enemigos a diestra y a siniestra. Pero esta no aceptación (que es absolutamente válida) es la que ha surgido siempre al aparecer un ritmo nuevo. Ocurrió con el jazz latino y antes, con la onda nueva de Aldemaro Romero. Y antes, aquí en Venezuela también, con la música de raíces cubanas, que Mario Briceño Iragorry consideraba nociva para nuestro concepto de patria y nuestra sensibilidad. Ocurrió por parte de muchos con el mambo, con los tangueros tradicionalistas, con Piazzolla, con los cubanos y la salsa. Todo quiebre de lo tradicional generalmente tiene a su grupo de puristas que lo rechazan. Pero eso no evita que ocurra y, al final, el triunfo o no de un ritmo lo determina quien lo escucha.
Han cambiado algunas cosas. Las mujeres, en especial en nuestro país, se han caribeñizado (y, aunque no lo creamos, habían padecido una descaribeñización). Es decir, la idea de la belleza en el cuerpo se ha modificado (una vez más). Ya tener unos pocos kilos de más no es despreciable en los estándares de estética oficial. La falda corta, el short y tacones prevalece. Volvieron las piernas, cuando habían sido desplazadas completamente por los pechos grandes de silicón o no. Hemos bajado un poco del norte de la Florida a las playas de Quisqueya y Borinquen. Aunque tener presente que nuestra cultura caribeña tiene matices distintos a los de las islas frente a nuestras costas es importante. No somos iguales a ellos. Pero la semejanza se ha intensificado.
El baile también ha cambiado. Aunque parezca difícil de creer para algunos, el bailar en pareja no es algo que todos celebren. Se necesita arte y no todo el mundo lo tiene, a pesar de que en Venezuela todo lo bailamos como si fuera un vals con tumbao de negro.
Para los hombres es el cielo. Nada de practicar con mi hermana o las amigas de mi hermana. A la pista y listo. En general, uno no hace nada, se mueve un poco, mueve los brazos y ya. El común, que es mayoría quiero decir. La clave la dan las mujeres, que si son participes de grandes coreografías, que cruzan el ritmo con lo que aprendieron en la academia de flamenco y con las clases de danza del vientre. Y el hombre que se queje ante esto mejor que se quede en su casa.
El lenguaje se ha modificado, nuevas palabras han surgido: perreo, chula, chulo, etc. No lo he escuchado en el día a día aún, pero no me extrañaría que sucediera.
En verdad, no es tanto lo nuevo en el ritmo, es su capacidad de mutar, de fundirse con los otros. Así nació, hijo del rap, el hip-hop, el reggue, el merengue y pare de contar. Y cada día se experimenta más con él, cosa que quizás con otros ritmos de base más determinada no se pudo hacer.
No es una sola canción (como aserejé, por ejemplo, o macarena) y todo un movimiento musical ha llevado a intérpretes de otros géneros a incluirlos en su repertorio, mediante dúos o individualmente.
El reguetón es la determinación del ver, de la imagen sensual del movimiento, la cercanía de los cuerpos y el no-ver: el sonido. Esto es importante si estamos en una discoteca, en donde la luz es baja y reina la sugerencia, la mirada furtiva, el roce del cuerpo. Muchos lo llaman sexo con ropa, pero al fin y al cabo eso lo determinan los que lo bailan. Lo mismo decían de un ritmo como el mambo, prohibido en muchos lugares en su tiempo.
Al final, quien determina todo es el oído y la calidad musical. Si no la hay, si no hay una conciencia de esto, desaparecerá como otros, cumplirá su tiempo y será recordado por nostálgicos viendo fotos de una fiesta años atrás. Como ocurre con casi todos.

Pisa, elogio de mi hermano

No quería ir a Pisa. La idea de ir a una ciudad solo porque tiene una bendita torre inclinada me parecía estúpida y de turista japonés cruzado con gringo y luego vuelto a cruzar con maracucho. Prefería ir a Siena. Pero el énfasis concreto de mi hermano me convenció. La ciudad es bella, limpia, abierta con su río y sus puentes. Al final de largas calles, uno llega a la plaza. Parecía una feria, un mercado chino, una venta de empanadas en la carretera (cambiado esto por panninis, pizza y con suerte, calzone). El capitalismo en su máxima potencia y expresión. Camisas, sombreros, llaveros, dijes, sarcillos, etc con la imagen de la Torre. Y al final, la Torre. La imaginaba más grande. La imaginaba más inclinada. La imaginaba mejor coño, y me vienen con esta vaina. Me negué rotundamente a subir a ese estropicio. Simón me miraba condescendiente, paciente infinito como solo lo es él conmigo. El sí subiría. Mientras esperaba abajo, rodeado de españoles, portugueses y claro, japoneses, mientras leía los embustes indignantes de Casanova en sus memorias, levanté la vista y vi a mi hermano arriba, rodeado de la tierna luz de primavera en esa mañana. Lo saludé y me tomó una foto. Se veía magnífico. La altura de papá y toda su elegancia (igual que Christian, el mayor de nosotros), esa nobleza al desplazarse y esa desfachatez al tomar la vida a bocanadas. Parecía el dueño de la torre y todos los viejitos alemanes alrededor de él sus sirvientes. Mientras bajaba, no dejaba de pensar en la corrección de mi hermano, su sentido del ahorro, su piedad cotidiana y su casi santidad (de la que me alejé en un momento oscuro del alma). Su disposición abierta a vivir, a divertirse, a darse los pequeños placeres que lo llenan: el cine, un libro, una simple hamburguesa. Respeté esa constancia permanente de sus mejores y peores hábitos, esa fraternidad.
Al llegar me mostró las fotos y pude ver a todo el complejo transformado en otro. Tiene la mirada del que siempre ve más allá de todos. Como me enseñó viendo los cuadros en la Uffizi.
No quiso la consabida foto sosteniendo la torre. Se tomó dos con ella al fondo nada más. Fuimos a comer, y al paso, volteando a verlo, no hacía sino entender que lo mejor de mi mismo es su reflejo, su luz. Cómo me hacen lo bueno que pueda ser mis hermanos cruzando la luminosidad de sus presencias, cercanas o cercanos. Como soy simplemente un cruce de espejos en que espero el resto vea lo mejor de ellos a quien amo. A lo mejor con estas palabras.

Firenze, Palazzo Pitti

Llegamos en tren. Caminamos bajo la lluvia arrastrando las maletas hasta la vía XXVII Aprile en donde dormiríamos. A la tarde, bajamos por la vía Camillo Cavour hasta la Piazza del Duomo. Seguimos bajando y nos perdimos hasta dar con Santa Croce, en donde rendimos respetos a Dante, Maquiavelo, Galileo. Avanzamos hasta el Pallazzo Vecchio y la Galleria degli Uffizi. Pero ellos serían vistos mañana. Seguimos y desembocamos en el Ponte Vecchio y el Arno. Ahí te vi. Seguías hacia el Pitti y le sugerí a mi hermano que fuéramos allá. El Pitti fue comprado por los Médici cuando Luca Pitti y su familia se arruinaron.Fue ampliándose con los años. Entraste a la Galería Palatina y a los Aposentos reales. Tenías el cabello oscuro y largo, las cejas finas. Sin ser muy alta, eras larga. Los ojos de almendra oscura, no muy grandes. Preferiste la sala de Júpiter antes que las de los holandeses.Te detuviste al frente de un cuadro de Caravaggio. Y volteaste. Si, eras del norte a pesar del cabello oscuro. Sonreíste con los ojos con el cuadro atrás y toda la luz de Italia entró en ese cuarto, callado y oscuro. Bajé los ojos. Seguías mirando. Entró mucho gente y aún así me buscabas. Terminé en el baño que Napoleón adaptó para él preguntándome porque uno sigue a alguien por tan largo trecho y después no puede continuar.
Al bajar al Ponte de nuevo, a la luz del sol sobre el Arno te vi caminar alejándote: Es la belleza, la luz de Italia en mayo iluminándote y tú iluminándola. Es la belleza toscana que mezclada con la tuya, lombarda, turbia te enceguece.
Es la Belleza, que también acobarda.

Como una muchacha

Abro de pronto el blog y uno se entusiasma.
Dura hasta que se cenizan las palabras y dejan de ser aliento.
Y todo queda como lo callado del monte cuando hay peligro.
Hay un canto de cigarra y luego el cesar y el templarse en la espera.
Como una muchacha en su silencio.

Lena Yau, palabras en el Instituto Cervantes, Pekín-Shangai-Madrid

El camino a China comienza en una foto y en la reminiscencia de un olor que años atrás mezclaba el aquí, el allá, el hoy, el ayer, las dos partes de lo que soy.Un verano, hojeando el periódico, tropecé con una foto.La foto mostraba a una chica limpiando una carnicería judía en La Habana.Esa imagen escondía historias no estaban contadas.No podía apartar los ojos de la foto, la estrella de David en una isla del Caribe.Traté de dormir pero mi cabeza bullía. Nada me calmaba.Me levanté de la cama, recogí la foto y decidí hablar por ella.Escribí un relato que borré porque me pareció largo.Recordé las fotos que acompañaban a Barthes en el libro Barthes por Barthes.Quería hacer algo así.La foto, el relato de la foto, tenía que ser breve, usar la letra para contar una historia sin contarla, contenerla.Como la imagen.Lo escribí y me pregunté, ¿y ahora qué?Guardada en el ordenador, esta historia, no vive.Necesitaba compartir lo que la foto me había hecho sentir, la inquietud.Necesitaba saber si alguien más sentía el alborozo que me recorría.Pensé que tal vez la foto me impactó por inesperada.Por encontrármela al azar, entre tantas imágenes que soporta el periódico.Si la hubiera visto en una exposición me habría gustado, habría sentido curiosidad, me habría aproximado a ella con la mirada serena, porque de algún modo, me preparé para verla, fue mi decisión, yo fui hacia ella.Pero no era el caso.La foto me asaltó, se inmiscuyó en mi ánimo dominical, interrumpió mi lectura lineal.El salto lo cambiaba todo.Los planes de lectura, los pensamientos.No quería escribir un cuento al estilo tradicional.Quería escribir en un soporte ligero, rápido, dinámico, inmediato, de doble vía, impactante y fugaz.Como la oralidad.Entonces recordé que haciendo una búsqueda en google di con algo que desconocía y que me fascinó: los blogs.Los primeros que leí eran diarios personales.Al leerlos detenidamente observé que se abrían en temáticas.Diarios personales de madres primerizas, de personas que adoran tejer, de fotógrafos amateurs, de cultivadores de cactus, de emigrantes.Estos últimos llamaron especialmente mi atención.Personas de distintas procedencias en países ajenos.
Al comienzo sólo hablaban del caos interior que supone una mudanza.Del desarraigo.De las barreras idiomáticas.Pero en la medida en que el tiempo transcurría, los autores de estos diarios, abrían la mirada.Miraban hacia afuera, hacia su nuevo contexto, lo recogían y lo transmitían.La reelaboración de los recuerdos y de la realidad particular de cada uno de estos blogueros implicaba una forma de comunicación diferente y una escritura que, aunque no era literatura, comprendía algunas de sus características.Discursos apoyados en imágenes fotográficas propias, colores, diseños, canciones y una redacción muy cuidada, a ratos intimista, a ratos ficcionalizada.La ficción asoma desde el mismo momento en que el bloguero usa un seudónimo para firmar cada entrega, desde que da título a su página, desde que le otorga personalidad con enlaces y citas, desde que edita sus fotos para, otra vez, insinuar relatos.Entendí que quería hacer algo así.No un diario personal.Quería escribir como autora de ficción desde allí.La primera historia que publiqué fue la que mencioné al principio.La reminiscencia de un aroma que cinco años atrás juntó en un momento mis partes.Un invierno madrileño decidí hacer un plato decembrino típico venezolano.Hallacas.Intentaba llenar de calidez mis navidades españolas.Trasladamos el ritual a Madrid.Se cocina con música típica, se bebe ron, se reúnen los amigos para ayudar a hacer un plato colectivo.Tras dos días de trabajo, terminamos las hallacas y extenuados, nos acostamos de madrugada.Al día siguiente mi casa olía a mi pasado.Corrí las ventanas para buscar el sol.El paisaje era mi presente.Madrid estaba nevado.Ese día me di cuenta de que mi país eran dos países en uno.Hija de emigrantes españoles, en casa jamás se hicieron hallacas.Al intentar imponerlas como realidad única el paisaje me contestó.Escribí la experiencia a modo de presentación.La primera piedra del camino estaba puesta.La segunda fue el texto de La Habana.Un relato breve sobre la paz que recuperó un alguien en Israel al saber que su prima en decimo tercer grado que vivía en La Habana tenía una carnicería que observaba la ley.Aunque no la conocía sintió alivio cuando vio la foto en el periódico.Así supo que su sangre del Caribe no comía alimentos impuros.Igual que en el ejercicio escritural, el corpus del blog se fue creando desde adentro y no desde afuera.Siempre he pensado que la escritura funciona con mecanismos similares a los del sueño.Así, sin ser consciente del por qué, llamé al blog Mil Orillas y comencé a escribir y a publicarpequeños textos de ficción, a veces narraciones, otras poesías, apoyados con imágenes.Al cabo de diez o doce textos noté que la temática giraba en torno a lo gastronómico.Al cabo de veinte observé que no se trataba sólo de gastronomía sino de la vinculación de la misma, del alimento, del hecho culinario, con la palabra.Y después de ello concluí que era una tríada:Alimento, lengua y tierra.(El refugio).A partir de esas tres cosas surgía el motor de cada historia.Patologías, emociones, imágenes.Las pérdidas, los refuerzos, las identidades.Comprendí que las Mil Orillas eran las mil lenguas, con las que hablamos, con las que gustamos, con las que nos decimos.Mis orillas venezolanas y españolas a la vez, alemanas, chinas, cubanas, inglesas, australianas.Lo que soy, lo que somos.Mil orillas que escriben para Mil Orillas que leen.Comencé esta andadura, a ciegas, sin conocer muy bien el mundo blog, sin saber nada de html.Sentí la urgencia, me dejé llevar por la pulsión, y en una noche monté la página.Los primeros meses publicaba un texto por semana.Llegaron los lectores y sus comentarios.Al principio, el público se dividía entre Venezuela y España.Me leían expatriados, gente vinculada al mundo gastronómico, emigrantes.No sé muy bien cómo pasó, pero de un día para otro, el público varió y los comentarios se triplicaron.De un perfil muy definido de lectores pasé a un público heterogéneo.También los textos que publicaba al principio fueron evolucionando.Comencé a experimentar hasta llegar a lo que hoy se puede leer en Mil Orillas: Textos en los que prosa y poesía se invaden constantemente.Al comienzo sólo escribía lo que llamé Gastroficción: relatos cortos en los que el mundo de la alimentación era punto de partida.Comemos (se supone) tres veces al día.Detrás de esas tres veces hay un universo que va más allá de la estética y ética culinaria que todos conocemos, del glamour del mundo gourmet, o de los tintes mágico-románticos que se han trabajado hasta ahora.Desde afuera hacia adentro, el acto alimentario, implica industria, relaciones laborales, relaciones sociales, relaciones internacionales, políticas, poder, orden.Desde adentro hacia fuera, filias, fobias, identidad, arraigo, empatía, comunicación.La alimentación es una fuente inagotable de temas, ideas, contextos.Luego me atreví con poemas.Algunos con la misma temática, otros no.Y finalmente comencé a alternar gastroficción y poesía con una historia por entregas.La historia de Juan, un pintor que durante un encierro no voluntario engorda exageradamente, que cuando recupera la calle intenta pintar el mar pero sólo es capaz de pintar tenedores, que se enamora de una carnicera tartamuda y en el intento de conquistarla mete la pata sucesivamente. Desesperado, busca ayuda en su escritora favorita, MEC, una mujer llena de fobias y experta en el amor y el fracaso.La historia de Juan es la base de un segundo blog, letra flotante, el blog de MEC.Desde allí la historia se cuenta con la voz de la escritora.He publicado también seis entregas de un libro de relatos que trabajo, Crónicas Tristes y dos de un poemario, Light house tales.Finalmente la ficción más cercana a mí persona está en los textos etiquetados como VENAS, JUNG FOOD (sueños), los relacionados con la actividad del Cervantes en su sede en China y los cuentos del Pez Fruta.El blog cumplió tres años el 27 de junio.Retiré todo lo que publiqué el primer año porque de esos texto nació una novela que acabo de terminar de escribir.Se titula Detrás del Atlántico.También retiré las entregas de Jelly Beans.(Las trabajo para papel).La experiencia de estos tres años ha sido enriquecedora.Me ha llenado de sorpresas agradables.El trato con el lector no ha supuesto problemas.Al principio contestaba los comentarios pero decidí dejar de hacerlo porque sentí que no debía comentar mi propia ficción.Escritura Digital, Escritura en papel.Paralelamente al blog, escribo para papel.Y en el ejercicio diario de ambas actividades noto que la escritura para internet es diferente a la que se hace para el papel. Cuando escribo para el papel siento que escribo a ciegas. Aunque mi escritura se caracteriza por la frase corta, cuando escribo en el papel, voy en largo. Los textos digitales se caracterizan por su fragmentación.* La escritura para el papel es un acto íntimo, silencioso, introspectivo. La escritura para el blog es (aunque se hace a solas) una escritura abierta, llena de sonidos (en ocasiones de ruido, de estruendo), efectista, corta, concentrada y quizá, prudente. Digo esto último porque en el papel siento más libertad que en el blog.La presencia activa del autor en el blog tiene ventajas y desventajas.Una de las desventajas es que en ocasiones, el lector asocia lo que se publica con la figura de quien escribe.En mi caso firmo con mi nombre real pero no escribo un diario ni hablo de temas personales.La figura del autor y su intimidad despierta un cierto interés. El lector aspira a leer no sólo los textos del autor sino al autor mismo.Por eso, aunque intento que nada condicione mi escritura, he de reconocer que cuando escribo en abierto soy más cauta que cuando escribo a ciegas.* La escritura para el papel es bidimensional.El autor escribe sobre una superficie plana.Debajo del papel no hay nada.Media un lapso determinado de tiempo desde que se concibe el relato hasta que se publica para que el lector lo reciba.Una vez que el lector se aproxima al texto hace una lectura personal, probablemente con anotaciones en las páginas, de la que el autor no tendrá conocimiento.La escritura para el blog en cambio es multidimensional.El autor escribe sobre una superficie penetrable, líquida, traslúcida.Detrás está el lector, esperando.Lee y comenta.El autor lee a su lector.Lee su comentario, lee su perfil, tantea su blog si lo tiene.Yo me miro en el lector y el lector se mira en mí.Los comentarios que se hacen en un blog equivalen a las notas que escribimos en un libro que leemos.Incluso el subrayado existe.Hace pocos días uno de los fundadores de twitter decía que el ser humano tiene una necesidad imperiosa de informar de sí mismo.Yo añadiría que también necesita leerse en la letra ajena.Lo que se escribe en la superficie del blog es ficción.Lo que se escribe debajo, en los comentarios, también lo es, porque de algún modo, el bloguero es un personaje.La realidad virtual lo inviste como tal.* El tiempo en el blog tiene un papel primordial.La inmediatez.Mientras más rápido, más instantáneo, mejor.La moderación de comentarios, la exigencia de una palabra clave para evitar el spam, las entradas programadas, le restan velocidad al blog.Y aquí la vida se mide en términos de velocidad.El blog debe palpitar.Un bloguero habló una vez de que hay que escribir como si el autor estuviera muerto.Yo difiero.Creo que eso funciona quizá en el papel, no en el formato digital.El lector quiere contacto con el escritor, saber que detrás de cada relato está respirando el autor.La ficción que se escribe en un blog es ficción en tiempo real. Una escritura con respuesta que se produce desde la anulación las fronteras espacio temporales. Se agotan los paralelos, los husos horarios.* Vivimos tiempos en los que el ojo nos mira constante.Cámaras que vigilan espacios públicos, espacios privados, centros infantiles, cámaras que aman, cámaras que observan la literatura que se hace en un blog desde su génesis, que observan el crecimiento de la letra, que caminan junto a la palabra.El blog es una cámara más.Observamos la vida de la letra del otro. Por eso el cierre de un blog desconcierta, desorienta.Creo que por la vinculación tan estrecha con la realidad, el cierre de estos espacios de ficción y autoficción se vive como una muerte.Ventajas que son desventajas o viceversa* La aspiración de todo escritor es ser leído.A mayor número de lectores mayor placer.Una de las ventajas del blog es esa: es un vehículo que propaga la escritura.Es accesible y cómodo.La accesibilidad se convierte en una desventaja cuando, ante la falta de legislación, los textos son plagiados.* El hecho de que el formato entrañe periodicidad es una ventaja porque obliga a la escritura, la disciplina, mantiene la mano caliente y ligera.Esto se transforma en desventaja porque también supone una obligación.Si no se controla, el escritor del blog secuestra el tiempo del escritor de papel.* La respuesta del público es un estímulo que activa la creatividad.En ocasiones, esa respuesta viene con una sobrecarga emocional.Si no se administra la distancia ante esa emoción, el estímulo activa la parálisis.* Lo que sucede en los blogs es fiel reflejo de lo que sucede en los libros.¿Hay literatura en los blogs? Por supuesto. Tanto como en el papel.¿Hay escritura mediocre en los blogs? Absolutamente. Igual que en el papel.¿Hay falso halago, se llama escritor a quien no lo es, se encumbran textos carentes de calidad? La respuesta es la misma.Y en cuanto al plagio, la ventaja del blog con respecto al libro, vuelve a ser la velocidad. Se descubre más rápido y se denuncia de inmediato.El Blog…¿es un género o un canal?Ambos.La plataforma es un canal.El entorno en el que se encuentra propone y permite un tipo de escritura que podría ser considerada como un género.El hipertexto de ficción, ese texto que incorpora recursos verbales y no verbales, que admite los lenguajes invadidos, que diluye la frontera entre los géneros, que plantea un cabotaje universal en un mar lleno de letras fragmentadas (entradas) y de islas (enlaces) que son sumideros que conducen a otras ficciones y éstas a otras y a otras y a otras.¿El camino hacia dónde?El universo blog está hecho de mares.Navegamos, atracamos, miramos y seguimos.Los textos se encuentran en las profundidades del agua.Publicar significa cortar la cuerda que los mantiene abajo y dejar que suban a la superficie.Cada texto es una piedra flotante.La suma de los textos hace caminos. El camino del escritor.El camino del lector. Caminos variantes.Dispuse a gusto mis piedras flotantes haciendo con ellas un itinerario.Las piedras se dejaron llevar por la corriente y la ruta trazada se bifurcó dando lugar a más de un derrotero.Uno de ellos me condujo a la novela que acabo de escribir.Otro me trajo hasta aquí.Para saber a dónde lleva el resto habrá que transitarlos.En eso estamos