martes, 29 de julio de 2014

La otra Tienda de Muñecos



Venga y pase; vamos, adelante. ¿Vio la vitrina? ¡Tenemos de todo!
Somos un país de aventureros, contrabandistas y guerreros
Un país de muecos de madera, de plástico y de hierro

Vienen todos en rojo sangre desde sus inicios: El Tirano Aguirre; Miranda, el bragueta alegre; Bolívar, el romántico (allá en esa esquina hay algunos ingleses e irlandeses que se hicieron nuestros)
Zamora, con una bella lanza, muy cerca de Boves y su rubia cabellera (no lo confundas con Páez: ¡Él viene con un piano de cola!)
Los Monagas, los liberales amarillos (esos vienen en LEGO), las sagas de revoluciones por colores: casi todas rojas, pero hay alguna azul.
El muñeco más grande, es Nogales Méndez
Le sigue El Chacal (¡Con muchos accesorios!)
Los alzados contra Gómez, los muchachos con su barquito alemán, los guerrilleros ñángaras, los encapuchados

Tenemos varios ropajes para ellos

Somos el país de los ropajes y los machetes, de las armas de todo tipo, de las vacuas rebeliones

En esta tienda tenemos disfraces para Carnavales todo el año y para todas las épocas
¡Les regalamos los niños vestidos de militar! ¡Les regalamos las estatuas en todos sus tamaños!
¡Les regalamos los muñecos para quedar en día de Judas y en año nuevo!

No se vaya con las manos vacías
Tenemos las tumbas llenas de muñecos

¡Sí, también vendemos las tumbas!
¡Estamos de remate!
¿Quiere dos? ¡Aquí vendemos de a dos!

Llévese todos los muñecos, vacíe la tienda, vacíe la tienda que necesitamos más espacio

Vivimos del heroísmo, ¿no ve?
Las espadas vienen en varias formas, por ejemplo
Con un poco de dinero, le vendemos un tanque o un avión

Aquí, aquí, venga: ¡Estos son los cuerpos de los fusilados! ¿Hermosos no es verdad?

Y estos son los cuerpos de los asesinos

La sección de los Pranes es muy lujosa, déjeme decirle

¡Peligroso! ¡Todo es peligroso en esta tienda!
¡La más grande tienda de Muñecos!

Allá, detrás de la caja, puede probarse ropas y encajes, probar fusiles y cuchillos

Aquellas damas, muñecas de Macuto, lo ayudarán

En esta tienda, como verá, todo es posible

Sí, puede comprarme también

Sí, puede probar en mí las balas y los cuchillos

No se preocupe, otro vendedor vendrá

¿Qué sería de nuestra tienda sin el buen servicio?

En nuestra tienda hay una tradición: Hay que morir jóvenes

¿Libros? No, no hay libros

¿No me lleva? Bah, es usted un cobarde entonces

Tengo usted muy buenos días


viernes, 25 de julio de 2014

Caracas 447



No nací en Caracas. Mis padres no son de aquí; mis ancestros no están en sus cementerios. No sigo sus equipos deportivos. Soy un hijo de sus suburbios.
Amo de Caracas varios edificios. Algunas zonas de Altagracia, La Candelaria, San Bernardino, Los Dos Caminos, El Cafetal, Colinas de Bello Monte, Chacao, El Paraíso. Adoro la Plaza O´Leary y la plaza Bolívar de El Hatillo. No amo sus autopistas, ni la dictadura de la línea 1 del Metro, ni su violencia, ni su incapacidad de lidiar con la lluvia,  ni su devoción por el rabipelado.
Me desespera de Caracas su afán bucólico y neocampesino, su terca negativa a abrazar la urbanidad, su negación de lo moderno. Su condición de valle nada ha enseñado a los caraqueños del sentido del límite: su imaginación sigue siendo la del campo abierto, en donde nada es de nadie y todo puede ser tomado. Por eso no respetamos las aceras, ni los pasos peatonales, ni nos amilanamos por lo alta de la música en la noche. Toda casa se extiende, de manera natural, varios metros: todo frente es nuestro, aunque ese frente sea la calle. Por eso no es devota de hacer parques: si los mangos caen en las calles y son de todos, ¿para qué un parque?
Ciudad de irresponsables, delegamos en la gracia divina toda resolución de los problemas colectivos. Porque esta ciudad en verdad no es de nadie. No la vemos como lugar donde permanecer. Es un campo lleno de edificios y un río. Es lugar de solaz divino, como cuña de Belmont en los ochentas, pero siempre de paso. Es apenas el lugar donde, arbitrariamente, están los reales, los bancos, los ministerios. Puerto entre montañas, no somos realmente una capital, porque Caracas nunca ha querido asumir autoridad, nunca ha querido ser modelo, ni referencia. Solo ha querido que la dejen tranquila, con sus recuerdos bucólicos de retreta.
Ciudad que cambia cada 20 años, hemos sido, o querido ser, la París tropical, la California más al sur, una extensión de Florida, una nueva Sevilla, un pedazo de Toscana, de Madeira, un pedacito de Hamburgo. Hoy somos una de las ciudades más grandes de Colombia, y la suma de los sueños de otras ciudades que no pudieron ser al querer ser como tú.
Caracas es un zaguán lleno de cemento en donde vuelan zamuros y guacamayas. Cada día más fea, se refugia en la vista de una montaña y no reconoce nombres de calles ni avenidas, ni edificios, ni casas.
Es hoy,  parece, apenas el lugar de la chamba. Un lugar más cercano que los demás a Maiquetía.
No son estos tus mejores días. Vendrán mejores. Salud.