viernes, 15 de mayo de 2009

viernes 7:23 p.m

Comienzo este blog cinco días antes de la quincena. Vacío mis bolsillos y enciendo un cigarrillo. Cuelgo las llaves, reviso los papeles arrugados, boto las facturas. Me quedan algunas monedas. Dentro de poco tendré 33 años, en una ciudad oscura, fuera de todo camino recto, casi a la mitad de la carrera de mi vida. Lanzo las monedas al aire, todas juntas, y las escucho conversar acerca de cual rostro será el que me toque. Mientras caen, aplano la lata de cerveza que bebí y la boto, con el cigarrillo apagado adentro, y las vuelvo a escuchar cuando caen, anunciando el resultado. Doy la espalda sin verlas, abro la puerta para salir de nuevo a la calle. Una última moneda, dando vueltas sobre sí misma, bailando como un trompo, emite el último veredicto. Como si importara tanto.

1 comentario:

  1. Excelente...
    Y la verdad es esa, ya hoy en día poco importa si la moneda nos da cara o sello...

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