La
tarde anunciaba lluvia y el anuncio fue real. Blanca y yo almorzábamos con
rapidez, pensando si nos llevábamos el carro o no. Poco antes, Dakmar me había
llamado para decirme que pasaría temprano por donde Rodnei, pues estaba
complicada. Nada, nos quedaba echar el resto. Salimos temprano, con vistas a
llegar antes de las 3 a Alejandría I. Resolvimos irnos en el carro. En el
camino, pensaba en todos los twitts, anuncios en Facebook, links que habíamos
colgado. Dakmar mandó muchos correos e hizo los contactos en la Radio. Con esta
lluvia, ¿iría gente al encuentro con los escritores? Mientras maquinaba la
tarde, me vi llegando a la entrada del estacionamiento de Alejandría I (de todo
el Centro Comercial, realmente), y viendo a Lucas caminando en el sentido
contrario a donde estábamos nosotros. Está huyendo, pensé. No, seguro va por
algo y vuelve, es temprano, me repetí, algo angustiado. Entramos al Centro
Comercial, la lluvia había bajado un poco y empezamos a buscar un puesto. ¿Cómo
se llama este Centro Comercial? Todos lo hemos conocido siempre como “Donde
está el CADA”. Pero ahora no hay CADA, ni Tienda de Béisbol (un kiosko mínimo
que ahora vende dulces y cigarros, pero en donde antes resolvía los regalos de
mi padre cómodamente), ni muchas cosas que antes existían. Ahora, el lugar se
destaca fundamentalmente por una característica particular: Un Bicentenario y
un Tony Roma´s, coexistiendo en el mismo espacio. En el medio de ellos,
Alejandría. Creo que Patricia Van Dalen me contó una vez que aquí había una
librería que pertenecía a su padre. Mientras caminamos hasta la entrada, veo la
hora, veo que es temprano, y entro. Saludo a Mario, a quien había visto en
pocas ocasiones, pero enseguida conversamos como si nos conociéramos de toda la
vida. A los minutos, llega Lucas. Ya mi hermano, quien me iba a ayudar con las
fotos, estaba ahí. Nos enteramos que el aire acondicionado había hecho plop el día anterior, y que el lunes
prometían arreglarlo. Era sábado. La tarde podría ser caliente.
Lucas
y yo nos reconocimos, nos saludamos, y nos preparamos para las próximas 4
horas. Mario sugirió que montara un mesón con libros que él recomendaría. Lucas
levantó la ceja. Miró el mesón. Se quitó el suéter diciendo “Esto viene con
todo”, y luego de deliberar un poco más, resolvimos que escogiera algunos
libros, los que le gustaran y los ofreciera al público. Pero público no había. La
tarde de lluvia no nos anunciaba una asistencia masiva. Dimos paso entonces a
uno de los hábitos nacionales: beber café.
Ya
me había reportado con Rodnei, quien estaría en Alejandría II, con Rodrigo
Blanco, en el segundo frente de @libreroporundía. Me dijo que le pidiera una
compu a Mario. Abrí internet, click, Facebook, click, Twitter @libreroporundía,
click. Anuncié que ya estaban nuestros dos escritores, Rodrigo Blanco y Lucas
García, listo para una tarde de lectores, firmas, y libros.
El
primer reto de Lucas, fue buscar libros infantiles para una señora. Lo acometió
cómodamente, con serenidad. Esta serenidad se vio interrumpida cuando Mario le
dijo que debía ahora envolver los regalos que la señora se llevaría. No quise
estar en sus zapatos. En mis años de librero, nunca he servido para mucho a la
hora de envolver regalos. Lucas lo hizo, no podíamos esperar menos de un
Diseñador Gráfico. Por Twitter, nos fuimos enterando que Rodrigo era un
fenómeno envolviendo regalos y nos estaba llevando la delantera.
Mensajes
iban por las redes sociales y venían. Simón mi hermano se fue a Alejandría II a
tomar fotos por allá. Blanca se fue con él, a darle la vuelta a la actividad y
supervisar si las maravillas que contaba Rodnei eran ciertas (no confíes nunca
en un fanático de los Tiburones de la Guaira: he dicho). Nos quedamos Lucas,
Mario, pocos clientes y yo, degustando café en esta tarde lluviosa. Pocos
clientes, sí, para todos nos dejaban una experiencia distinta que contar. Lucas
cumplía con su labor: estaba pendiente de quién entrara, ayudaba a Mario con
todo lo que le pidiera, conversaba conmigo. Hablamos de todo en esas cuatro
horas: de España, de novela negra, de Punto Cero, la crisis de las librerías en
Venezuela y del libro en general, de autores favoritos, de Anagrama, de
Tarantino, de formas de escritura, de infinidad de cosas. Mario intervenía,
desde su condición de ser argentino, con comentarios brillantes e inteligentes.
Y con café.
Entonces
ocurrió lo inesperado: llegó un fanático de la obra de Lucas, con todos sus
libros, para que se los firmara. El entusiasmo y admiración de este muchacho
era estremecedor. Tenía hasta un ejemplar de Rocanrol (obra editada en el
2002), la primera novela de Lucas…… ¡¡¡Firmada por el papá de Lucas!!! No cabíamos
de la sorpresa, más Lucas que nosotros, pero con su manera entre deportiva e
irónica, humorística y seria de ver el mundo, no se hizo más preguntas y
sencillamente se entregó a conversar muchísimo con este joven. Luego de marcharse,
volvió con su novia, se la presentó y siguieron conversando. La novia resultó
ser hija de una alumna mía, Elba Cisneros. Pequeño mundo, mundo pañuelo.
También
tuvimos como visita a Raúl Saavedra, computista (me enteré ese día) que asiste
a todos los eventos culturales de la ciudad, dejándonos una extraordinarias
fotos. Me contó que le interesa escribir, que ha hecho talleres, y que la
literatura contemporánea venezolana, lo ayuda a encuadrar mejor su escritura. Se
llevó el libro de Lucas, firmado, y salió disparado a la otra Alejandría a que
Rodrigo le firmara un libro de él.
Hacia
el final de la tarde, llegó Ulises. Continuamos la conversación, cuadramos con
Rodnei en cerrar aquí e irnos a Paseo a tomarnos un vino que yo había traído. Le
dije a Blanca que me esperara por allá. Simón mi hermano ya se había ido. Violeta
Rojo ya había pasado por los lados de Rodnei. Nos aprestamos a salir, vino en
mano y en el carro con Ulises, la conversación giró alrededor de la música de
los ochenta. Toda la tarde sonaron los Beatles en Alejandría, gracias a Mario,
y al montarnos en el carro de Ulises, seguía la voz de John Lennon como un eco
en su equipo de sonido. Ulises nos contó que consiguió un disco en Margarita
con una extraña selección: música de John Lennon, de Elton John y de Phil
Collins. Ulises no entendía que hacía Phil Collins ahí. No lo soportaba. La conversación
giró entonces hacia varios campos de la música: la de los noventa, Rodrigo
escuchando La Vida Boheme, Ismael Miranda, Metallica, etc.
Llegamos
rápido (ambas librerías están en ambas punta de la Avenida Principal de las
Mercedes, José Martí), conseguimos puesto en el nivel de Trasnocho, nos
bajamos, subimos y llegamos al patio de Rodnei y Jonathan. Nos esperaban
Carolina Sarabia, Ana, la novia de Ulises, y Blanca, además de la sorpresa de
tener ahí a una de las chicas de @QuéLeer y más vino, gracias a Rodnei y Jonathan. Comenzó el brindis y el intercambio
de experiencias. Celebramos. Los autores habían disfrutado la experiencia, y
nos preguntábamos quién más podría ser @libreroporundía. Pero esa respuesta,
tendría que esperarse. Nos tomamos más fotos, compartímos, volvimos a brindir,
nos marchamos.
@libreroporundía
en #lasmercedespuntocero, funcionó de maravilla. Dakmar me escribió
comentándome que ya estaba en casa, con su hija. Quedamos en hablar al día
siguiente. Blanca y yo nos encaminamos hacia la casa. Parecía que seguiría
lloviendo, pero ya no importaba.
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