lunes, 7 de junio de 2010

Notas sobre Iréne Nemirovsky

Nos proponemos en este trabajo tres visiones desde donde abordar el otro, partiendo de un yo narrativo y de un yo personal y existencial. Es decir, intentaremos abordar Tempestad en junio, primera parte de Suite Francesa de Irene Nemirovsky, proyecto narrativo inconcluso por haber sido deportado y asesinada en un campo de concentración en 1942, desde la visión del testigo presencial de la invasión alemana a Francia y la deportación de los judíos del país, con la colaboración velada o no de los mismos franceses, y desde la visión del narrador indirecto que cuenta las vicisitudes de la clases sociales franceses en dicha invasión. La imagen individual, sustentada en diversos personajes de la novela, podrá ser estudiada desde la permeabilidad de lo colectivo.
Irene Nemirovsky y su familia emigran desde Rusia hacia Francia en 1919, luego de dos años en tierras escandinavas. De familia acomodada, desde un principio conoce lo que significa la persecución por razones raciales, políticas y sociales. Al asentarse en Francia, Nemirovsky descubre una sociedad en donde estudiar y escribir. Y su escritura, desde sus inicios, plasma, eso sí, una enorme crítica a la burguesía a la que pertenece, señalando sus falsedades y sinsabores. Nemirovsky decide escribir en francés además, en la lengua cuna de la literatura como documento social y de la historiografía social. Ya hacia finales de los años treinta, Nemirovsky era una de las figuras literarias más importantes de la Francia del momento. La Segunda Guerra Mundial cambiaría significativamente su vida. Fue deportada hacia junio de 1942 hacia un campo de concentración y en agosto fue asesinada en Auschwitz. El mismo destino fue padecido por Michel Epstein, su marido. Sus dos hijas, milagrosamente, fueron salvadas por personas cercanas a la familia. Muchos años después, pasado el siglo XX, Elizabeth y Dennise, ya mayores, deciden donar los papeles y fotografías de su madre. En los mismos, encuentran sus notas y los dos esbozos de la novela Suite Francesa: Tempestad en junio y Dolce. Publicada apenas en 2004, significó el mayor revuelo editorial en Francia en mucho tiempo. Intentaremos hacerle justicia.
Nos proponemos una comparación entre las Notas manuscritas de Irene Nemirovsky sobre la situación de Francia y su proyecto Suite Francesa, extraídas de su cuaderno y Tempestad en junio la primera parte del enorme proyecto que se propuso al ser invadida Francia por los alemanes.
Tanto Irene Nemirovsky como su esposo, mantuvieron siempre la conciencia de un futuro trágico para sus vidas, con el advenimiento de la Segunda Guerra Mundial. Poco antes de comenzar la misma, trasladan a sus hijas a Issy-lÈveque, en Saone-et-Loire, para vivir con la madre de su niñera. Luego, empieza la debacle:

El primer estatuto de los judíos, del 3 de octubre de 1940, les asigna una condición social jurídica inferior que los convierte en parias. Ante todo define, basándose en criterios raciales, quién es judío a los ojos del Estado francés. Los Nemirovsky, que entran en el censo en junio de 1941, son a un tiempo judíos y extranjeros. (Myriam Anissimov, Suite Francesa, 2005).

En el mismo prólogo de la novela, en la edición de Salamandra, Anissimov nos sigue contando el periplo de Michel e Irene:

En octubre de 1940 se promulga una ley sobre “los ciudadanos extranjeros de raza judía”. Estipula que pueden ser internados en campos de concentración o estar bajo arresto domiciliario. La ley del 2 de junio de 1941, que sustituye al primer estatuto de los judíos de octubre de 1940, vuelve su situación aún más precaria. Supone el preludio de su arresto, internamiento y deportación a los campos de exterminio nazi. (Nemirovsky,20)).

Hablamos de apenas un año para la deportación de Irene Nemirovsky y un poco más para el de su esposo. Años antes, previendo la llegada del terror, tanto ellos como su familia se habían convertido al catolicismo. De nada sirvió, apenas para esconder a las hijas en un internado católico después de la desaparición de sus padres, y solo por muy poco tiempo.
En Nemirovsky se empieza a dar su condición de extranjera, judía y narradora indirecta de una historia sobre los franceses en tiempos de invasión. La lucidez la acompañó siempre y lo hace igualmente con la sobriedad, la ausencia de sentimentalismo, y la pulcritud con que retrata a una sociedad que no entiende su fracaso. Su mirada es la de una rusa, judía y escritora en tiempos de barbarie. Es la del testigo, que retrata el presente para el futuro. Para ello, me interesa abordar las obras de Nemirovsky a estudiar aquí desde la perspectiva del imaginario social y del proceso de derrumbe de las ideologías y las utopías. La Segunda Guerra Mundial es la hecatombe de los errores cometidos en la Primera Guerra, del Pacto de Versalles y de la falta de sentido práctico de la República de Weimar. Muchos intelectuales empezaron a señalar esto desde sus inicios, que la llegada y el triunfo en Europa del Fascismo era inminente, pero la mayoría prefirieron callar y denunciar el monstruo del comunismo.
Este imaginario social en paralelo a un imaginario ideológico lo abordaremos desde la perspectiva teórica de Mourá y Ricoeur. El imaginario social es “el conjunto de representaciones colectivas propias de una sociedad” (Mourá, 1992). Nemirovsky nos las plantea en Tempestad en junio y en sus Notas, como una sociedad que ha perdido el norte y no se encuentra, y por ello no entiende la razón de su invasión y acoplamiento. Paul Ricoeur lo sostiene de esta manera: “Lo importante en este caso es la omnipresencia (que también es omnipotencia) del imaginario: individuos como entidades colectivas “están primeramente y desde siempre vinculados a la realidad social de un modo distinto a la participación sin distancia, según unas figuras de no coincidencia que son precisamente las del imaginario social” (Ricoeur, 1986). Hay una omnipotencia del imaginario francés: nosotros realmente no seremos invadidos, es solo una guerra más, ellos llegarán y se marcharán. Lo que no se entiende es por qué quienes han vivido y triunfado en el país, repentinamente se convierten en parias. En sus Notas, Nemirovsky nos señala lo siguiente:
¡Dios mío! ¿Qué me hace este país? Ya que me rechaza, considerémoslo fríamente, observémoslo mientras pierde el honor y la vida. Y los otros, ¿qué son para mí? Los imperios mueren. Nada tiene importancia. Se mire desde el punto de vista místico o desde el punto de vista personal, es lo mismo. Conservemos la cabeza fría. Endurezcamos el corazón. Esperemos. (Nemirovsky, 2005).
La respuesta de la autora va en paralelo en términos del imaginario ideológico y utópico de las una clase en social en particular, la clase media o pequeña burguesía, de la Francia del momento. En Tempestad en junio nos encontramos con este maravilloso diálogo:
- Pero, ¿por qué siempre nos toca sufrir a nosotros y a la gente como nosotros?- exclama con rabia-. A la gente normal, a la clase media. Haya guerra, baje el franco, haya paro o crisis, o una revolución, los demás salen adelante. ¡A nosotros siempre nos aplastan! ¿Por qué? ¿Qué hemos hecho? Pagamos por todo el mundo. ¡Claro, a nosotros nadie nos teme! Los obreros se defienden y los ricos son fuertes. Pero nosotros, nosotros somos los que pagamos los platos rotos. ¡Qué alguien me diga por qué! ¿Qué ocurre? No lo entiendo. Tú eres un hombre, tú deberías comprenderlo- le espetó a Maurice, colérica, sin saber a quién culpar de la situación en que se encontraban- . ¿Quién se equivoca? ¿Quién tiene razón? ¿Por qué Corbin? ¿Por qué Jean- Marie? ¿Por qué nosotros?
- Pero ¿qué quieres comprender? No hay nada que comprender- dijo Maurice tratando de calmarla-. El mundo está regido por leyes que no se han hecho ni para nosotros ni contra nosotros. Cuando estalla una tormenta, no le eches la culpa a nadie; sabes que el rayo es el resultado de dos electricidades contrarias, que las nubes no te conocen. No pueden hacerles ningún reproche. Además, sería ridículo, no lo entenderían.
- Pero no es lo mismo. Estos son fenómenos puramente humanos.
- Sólo en apariencia, Jeanne. Parecen provocados por fulanos o mengano, o por determinada circunstancia; pero ocurre como en la naturaleza: a un período de calma le sucede la tempestad, que tiene su comienzo, su punto culminante y su final, y a la que siguen otros períodos de tranquilidad más o menos largos. Por desgracia para nosotros, hemos nacido en un siglo de tempestades, eso es todo. Pero al final se apaciguarán. (Nemirovsky, 220)
La autora plasma en las ideas de la pareja, semejanza en los ideales. Hay una semejanza ideológica que se confronta con la utópica. La clase media y los extranjeros están siempre en la incertidumbre, no tienen asideros mayores. Así como las razas perseguidas desde siempre: los judíos, los gitanos. Aquellos que padecieron el Holocausto. En la novela, vemos como las clases altas se sostienen en la utopía de creer en una gran Francia, ganadora de la Primera Guerra Mundial, simbolizada en la línea Maginot, la cual los alemanes traspasan cómodamente tomando el país entero en poco tiempo. Mourá nos dice:

Esta reinterpretación de los acontecimientos fundadores no es más que un muy claro ejemplo que permite comprender mejor la función fundamental del fenómeno ideológico: autorizar a un grupo determinado a adquirir consistencia y permanencia gracias a una representación de sí mismo, de sus orígenes, de su identidad y de su alteridad (Mourá, 1992)

Para Nemirovsky, las clases altas y bajas francesas viven en la utopía; la clase media, los extranjeros, en la ideología. Ambas visiones, ideológica y utópica, forman un imaginario social que hierve y parece siempre a punto de estallar:

Así, podremos identificar como representaciones ideológicas las que, visto que tienden a la reiteración de valores profundos en los que se apoya la existencia del grupo, tienen una función de integración en este grupo (dándole así consistencia y permanencia). Al representar al extranjero según los esquemas dominantes del grupo, hacen prevalecer la identidad de este último sobre cualquier otro elemento de lo real. Estas interpretaciones unificadoras, que relacionan a la alteridad con el grupo y con sus concepciones, redescriben para su propia sociedad al extranjero, en los mismos términos en los que esta se concibe a sí misma. (Mourá, 1992)

Según Ricouer, existen tres formas de visualizar y analizar las representaciones ideológicas. Las utilizaremos para comparar apuntes de las Notas de Nemirovsky con Tempestad en junio.

1.- Como reiteración de los valores fundadores del grupo (interpretación arquetípica del mundo).
Los franceses sostienen sus premisas sustentados en la superioridad de su cultura. Lo podemos observar claramente en personajes con los Pericand, como Gabriel Conte o Charles Langelet. Cada uno de ellos representa algo: los primeros, la estirpe, el segundo, la escritura, el tercero, ser el guardián del arte. Hablamos de la aristocracia, del intelectual y del burgués. Es decir, de la Francia desde la Edad Media hasta el siglo XVII, del la Francia del siglo XVIII (la Ilustración) y de la Francia burguesa a partir de la Revolución. Cada uno de ellos representa la huída de París sustentada en sus valores y vemos en la misma cómo esos valores pierden toda razón de ser: En los Pericand, como la huída a pelear la guerra por parte de Hubert, en donde simbólicamente se demuestra que la aristocracia es incapaz de defender los intereses del pueblo y perdió su razón de ser (Me voy madre, no puedo quedarme aquí…Si tengo que quedarme aquí como un inútil como los brazos cruzados mientras…¡Me moriré, me mataré! ¿No comprende que los alemanes llegarán, reclutarán a todos los chicos a la fuerza y los obligarán a luchar en su bando? ¡No quiero! Deje que me vaya (Ibid). También con el asesinato de Philipe, el sacerdote, por parte de los huérfanos que él cuida (pérdida simbólica de los valores de autoridad de la Iglesia Católica). En la figura de Corte, en cómo los valores planteados en sus libros se quedan en el papel y pierden sentido en la realidad de una nación invadida, y en dónde los privilegios de ser escritor no tienen lugar. En sus Notas, en la correspondencia con los editores de su mujer, se plantea escribe lo siguiente:
24 de diciembre de 1945
W. Tideman a Irene Nemirovsky
Soy periodista de un diario de Leyde (Holanda) al que he ofrecido traducir una novela o un cuento francés, que se publicaría en forma de folletín. Acaban de responderme que están deacuerdo en publicar lo que les aconseje o envíe. Les he hecho notar que había que pagar derechos de autor y que serían bastante más elevados para una novela ya publicada aquí, puesto que los editores exigirían su parte, que para un relato original no editado, ya que sólo tendrían que tratar con el autor. Y he pensado en usted, aunque sólo conozco sus novelas.

29 de diciembre de 1945
Respuesta de Albin Michel a W. Tideman
Ha llegado a mi conocimiento la carta remitida por usted a nuestra editorial a nombre de Irene Nemirovsky, a la que desgraciadamente no puedo entregársela.
En efecto, la señora Nermirovsky fue arrestada en julio de 1942 y posteriormente deportada, creemos que a Polonia. Desde la fecha de su detención, nadie ha vuelto a tener noticias suyas. (ibid)

El autor deja de tener protagonismo, la realidad se devora a la escritura y sólo el testimonio será lo que quede, el retrato de un tiempo nefasto en una obra magistral.
Por otro lado, Charles Langelet representa la burguesía acomodaticia que ya ha olvidado todas las luchas desde la Revolución y las subsiguientes Revoluciones durante todo el siglo XIX por los derechos sociales y políticos y se conforma con lamentar la pérdida de obras de arte sin importarle un bledo las muertes del pueblo francés. Es una de las bases del colaboracionismo.

2.) Como legitimación de la relación de autoridad que vincula al grupo con el extranjero representado (interpretación jerárquica)
Recién llegados los alemanes en 1940, se empieza a disponer de leyes que ponen en entredicho la presencia de extranjeros y judíos. Nemirovsky intenta repetidas veces hacer ver su condición de católica (conversa) y de repudiadora del régimen bolchevique (por su condición de rusa) sin lograr nada. La condición es paradójica, pues los alemanes son recibidos en Francia con una muestra de miedo e indiferencia, pero sin menoscabar su presencia en la región. Son vecinos, que ahora invaden y después invadirán ellos. Son aceptados rápidamente. No hay oposición, pues se piensa que se marcharán. Se culpa a los jóvenes, se culpa a los extranjeros y a los de religiones o creencias distintas al catolicismo.

3.) Como esquematización del extranjero en referencia al grupo, a su historia y a su lugar en el mundo (interpretación reductora).
El extranjero, al esquematizarse y categorizarse, se vuelve transportable, diezmable por parte del invasor. Las leyes prohibitivas, la estrella amarilla, buscan desde la perspectiva del estereotipo, marcar diferencias con el “extraño”. Un proceso semejante se vivió en la España del siglo XVI con los judíos y moros. Primero, fueron rechazados y marcados, luego expulsados. Se busca reducirlos a mercancía, producto. Así serán mejor enviados a los campos de concentración, y así desaparecerán sin dejar mayor huella. Los dos primeros puntos señalados más arriba responden a planteamientos a partir del mito, de lo que se da por cierto sin cuestionamiento, por prejuicios que sustentan la intolerancia y la discriminación.
En la imagen del extranjero, Mourá nos dice:” El extranjero, que marca la frontera de la sociedad, remite a la verdad de la misma, a lo que la misma excluye y, por ende, a lo que considera fundamentalmente como suyo”. Nada más cierto: el otro, representa lo distinto y execrable, pero a la vez lo sacrificable.
Irene Nemirovsky logra con Suite Francesa y sus escritos póstumos, retratar una sociedad en crisis que vive el desastre de la guerra. Lo hace fríamente, y a partir de la condición de víctima, extranjera, escritora y mujer. En una extranjera con más de 20 años en Francia, que se considera francesa en tantos ámbitos, con hijas francesas y al momento del desastre es dejada de lado. Como la clase media, representada por los Michaud. Mourá, lo define así:
La aprehensión de la realidad extranjera por un escritor (o un lector) no es directa, sino que está mediatizada por las representaciones imaginarias del grupo o de la sociedad a los cuales pertenece. De ahí la necesidad de trabajar la imagen literaria del extranjero en el imaginario social del entorno. Sólo a partir de su estudio podremos verificar si el autor reprodujo (consciente o inconscientemente) una representación global o si se alejó radicalmente de todo esquema imaginario colectivo para hacer acto de creación y, si es su voluntad, crítica de lo real (ibid)
Nemirovsky retrata la imagen del extranjero en el imaginario social de la Francia ocupada, como extranjera y retratando al otro extranjero invasor. No es una condición sencilla. Pero su obra, sus notas, su correspondencia, lo atestiguan como ninguna otra.

Bibliografía

Mourá, J.M. La imagen del tercer mundo en la novela francesa contemporánea. París: Presses Universitaires de France, 1992.
Moura, J. M. La imagen del extranjero: perspectivas de los estudios de imagología literaria (pp: 35 a la 55), en L’Europe littéraire et l’ailleurs. París: Presses Universitaires de France, 1998
Nemirovsky, I. Suite Francesa. Barcelona: Salamandra. 2005.

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