domingo, 27 de marzo de 2011

Jornada segunda. Sartenejas, 22 de marzo de 2011

Subí a la Simón muy temprano, pues quería llegar a algunas de las mesas. Hotel California y Highway to hell me acompañaron; no en el ipod, en el autobús. Nuestro chofer era roquero, y eso nos dio claves, intuiciones, de lo que podría significar este día. Llegué al Paraninfo y escuché la ponencia de Vicente Lecuna. No abundaron los profesores de la UCV en las Jornadas. Lecuna, Kozak,Juan Cristóbal Castro, yo.Castillo Zapata. Ni sombra del departamento de Latinoamericana y Venezolana. Los infatigables del Instituto de Investigaciones sí estuvieron: Rebeca Pineda, Morenza, Sandoval, incluso alumnos de la Maestría en Venezolana. La ponencia de Vicente fue aleccionadora. Su análisis de las dos últimas obras de Barrera Tyzska fue interesante sobremanera. Su acercamiento a la alegoría nacional e individual en esas obras nos hizo empezar a hilar una temática que sería importante en todo el tiempo de las Jornadas.

Al finalizar, corrí a EGE a escuchar a Violeta Rojo. Era tarde. Ya habían leído sus ponencias ella y los demás (no hubo problemas de tiempo, cosa extraña) y ya estaban en las preguntas. La sala tenía gente. Alumnos y profesores de Barquisimeto, Coro, Maracaibo, Mérida, Cumaná hicieron presencia en cada una de las actividades. Por el contrario, la ausencia de los alumnos de las Escuelas de Letras de Caracas fue masiva. Pocas caras conocidas. Una verdadera lástima.

A las 10 debía moderar una mesa: Narrativa Venezolana: lecturas y perspectivas II. La sala que teníamos estipulada no pudimos usarla, y bajo la dirección de Mariana Libertad Suárez caminamos hasta Comunicación. Allá, muy cerca de Editorial Equinoccio, conversamos y escuchamos a los ponentes. Steven Bermúdez, de LUZ, Michelle Roche, de El Nacional y NYU, y Rossana Álvarez (nieta de Pepe Barroeta, como me dijo Gabriel Payares el día siguiente) leyeron sendas disertaciones sobre la escritura nacional, las figuras de Gallegos y Britto García, Meneses y Payares. Como final (pues una de las ponentes no llegó, aun no sabemos muy bien por qué, y es una lástima) Adriana Cabrera nos iluminó alrededor de las Digresiones en Liliana Lara, la gran escritura oriental. Las discusiones posteriores, fueron estimulantes.Juan Carlos Méndez Guedez, Rubi Guerra y Fedosy Santaella nos acompañaron. El último se tuvo que retirar y, además, la muchacha que faltó leía sobre sobre obra y nos dejó con ganas de escuchar esa ponencia. Pero los dos primeros fueron activos participantes. Debo resaltar esto: ningún invitado o escritor adoptó posturas de Divo. Todos estuvieron abiertos y con ganas de colaborar, intervenir, ayudar. Reflexionamos abundantemente sobre cómo las alegorías siguien haciendo presencia en las ponencias. Sobre el exilio exterior e interior en nuestra literatura y cómo esos caminos parecen ampliarse. Fue refrescante. No dejo de resaltar que la obra de Santaella tuvo en las Jornadas dos ponencias. Una obra interesante, fresca, renovadora, llena de un lenguaje poco usual y que tiene seguidores en todo el mapa nacional. Extrañé lecturas de la obra de Israel Centeno, de Juan Carlos Chirinos, de Gustavo Valle. Pero estoy seguro que ya vendrán.

A mediodía, tuvo a retirarme. Bajé a Caracas bajo la grata compañía y conversación de Rubi Guerra y Adriana Cabrera, su esposa. Gente maravillosa. Me encantó descubrir en Guerra una gran admiración por la obra de Shakespeare. Me comentó que entre los 12 y los 18 años leyó Hamlet por lo menos unas tres veces por año. Que luego, su acercamiento ha ido en aumento. Nadie sabe las influencias de los escritores. ¿Ahora sí podemos reconocer quizás, una de las vetas de la maestría de Guerra en sus cuentos, sus acercamientos a los personajes, a la historia y su tragedia?.

En la tarde, hubo polémicas. El día tenía a la poesía como protagonista, en sendas lecturas y reflexiones. Las conferencias plenarias sobre poesía contaron con Arturo Gutierrez Plaza, Joaquín Marta Sosa y Gina Saraceni. Marta Sosa marcó la polémica, al señalar, palabras más, palabras menos, que en Venezuela no hay poesía desde Tráfico y Guaire y señalando que la obra de Arraiz Lucca es muy importante, fundamental. Saraceni lo despachó haciendo un largo listado de nombres de poetas nacionales posteriores a esos grupos que han dejado una marca mayor en nuestra literatura, hasta hoy. Pero esto no quedó así. Los poetas que leerían luego, Luis Enrique Belmonte, Luis Moreno Villamediana, Jacqueline Goldberg, Pausides González (este último quizás no), dedicaron irónicamente sus lecturas a Marta Sosa. Todos, maestros. Todos, posteriores a Tráfico Y Guaire. Luego, poetas más jovenes: José Delpino, Adalber Salas, Santiago Acosta y otros finalizarían las Jornadas con sus lecturas.

Debo hacer un comentario personal. Creo que la figura de Arraiz Lucca levanta muchas, demasiadas ronchas. Es quizás el Gerente Cultural de línea más alta de nuestra historia contemporánea ( La GAN, Monte Ávila editores, el Cealup, la Fundación para la Cultura Urbana, son testimonio de ello). De eso no nos cabe dudas. Con respecto a su poesía, siento que muchas marcas la han signado en su acercamiento crítico: no es un hombre de izquierda, no formó parte de grupos posteriores de poetas, es miembro de familia de raingambre mantuana. De su obra, siempre rescato "Pesadumbre en Bridgetown". Editado por Pequeña Venecia y su cuerpo editor, de obra reconocida( Barreto, Strepponi, Pantin, López Ortega) es un poema largo con la huella de Eliot que anuncia muy bien el desastre que vendría sobre nosotros en la década de los noventa. De su obra anterior y posterior, deben hablar los especialistas, y yo no lo soy.

Esta segunda Jornada nos deja más preguntas: ¿Hablarían del proyecto de la Revista El Salmón?, ¿ Y de proyectos y poetas del interior del país, en donde se gesta un movimiento de altura y entusiasmante?, ¿ Se reflexionaría cómo la poesía pasó, luego de estar en el pedestal mayor, a un segundo lugar con el mini boom de la narrativa en esta década?, ¿ dentro de las diferentes mesas, dejando aparte la Conferencia Plenaria con que se inauguraron las Jornadas, se hablaría en algún momento de ediciones nacionales o internacionales de poesía?¿ Números, estadísticas, cantidad de talleres?

Con estas preguntas, hacia el final de la tarde, luego de corregir, preparar algunas clases, descansar, lavábamos los platos pensando que ojalá no nos dedicáramos tanto a lavarnos las manos ante el reto mayor de acercarnos a nuestra literatura, analizarla y difundirla. Estas Jornadas, seguían anunciando esperanzas. Los Rolling Stones me ayudaron a cerrar el día.

Gracias a los dioses, todavía quedaba el último día de las mismas: el de la mañana siguiente.

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