martes, 26 de mayo de 2009

Buenos Aires de noche

A Natalia Mingotti

Saldrás a la calle, sin el Ávila de fondo, pero latente en lo más profundo de tus ojos. Calzarás tus botas, saltarás de la alegría por poder llevar al fin tu sobretodo, soltarás los rulos dorados de tus cabellos, que hacen tan buen juego con tu piel y el tumbao de tetas con que te desplazas, y llegarás de madrugada a una heladería en San Telmo, al lado del café en donde almorzaste ligero, pues querías recorrer el mercado y luego, aunque te quedara un poco más lejos, el Jardín japonés. Ayer fuiste a Corrientes, pasaste por el Colón y el edificio de Aguas Municipales, paseaste por Puerto Madero y la Torre de los Ingleses.
Hoy no. Hoy es el mayor de los helados que puedas pagarte. Lo tomarás y felizmente te acercarás a una plaza cualquiera, al lado de dos viejitos que te mirarán callados, y te entregarás a comer el mejor de los helados.
Mientras lo haces, sonreirás.
Ésta, querida amiga, también es tu ciudad.

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