Miércoles, hora Prima
Arribamos a las viejas costas de La Guaira. Eso dice
Seamus. Las reconoce. Depositamos el cuerpo de Pirata en la orilla, hicimos un
hoyo con nuestras manos y lo enterramos. Antes, Seamus lo despojó de todo
implemento electrónico. Otro disparo de la memoria: busqué en mis cosas los
cables que había tomado en Araya, y con los de Pirata, pude activar la cámara
en mi ojo izquierdo. Informé a Leonor que estaba bien; había llegado a tierra
pero no al lugar pautado. Aun así, podía desplazarme por tierra hasta Manoa.
Dejé la cámara activada. “¿Eres un cyborg?”, me preguntó Seamus. “Aun no”, le
respondí. “Sólo pequeños implementos en el oído, el brazo y el ojo izquierdo.
El resto, todo humano”. La sospecha en su rostro no cambió. Avanzamos. En el
camino, mientras subíamos por una cuesta de piedra, tarareó a Vivaldi. Sonreí. Recordé
a Bertorá y su Gilgamesh. Cuando llegara donde Candela, tendría que buscarlo en
los archivos, pero nunca he escuchado hablar de él, ni lo he visto en el índice
global de las diferentes redes del planeta. “¿conoces el Gilgamesh?”, le
pregunto a Seamus. Me responde que no. “Pero existe”. “¿cómo sabes?”. Porque
escuché a Bertorá recitarlo algunas noches. “¿y cómo sabes si no es mentira, si
no es otro texto implantado?”. “Porque confío en Bertorá. Además, en la isla
sabían que el conocía el libro. Eso lo mantenía con vida. La promesa de que él
revelaría alguna vez el contenido de ese libro”. Avanzamos unos kilómetros y al
detenernos a tomar agua, continuó. “¿todavía no sabes cómo salimos de la isla?,
¿no te lo has preguntado, estando prohibido? Fue Bertorá. Aceptó darles el
significado de ese libro, con tal de que nos dejaran salir. Ismael, la isla
está en un campo magnético virtual en donde todo puede verse desde cualquier
lugar del mundo. Como un enorme microscopio global que puede vernos. Hoy en
día, la isla es una cárcel virtual: todo en ella es falso. Las castas, las
autoridades, los burdeles, todo. Es un invento de la historia, de los que
triunfaron en algunas comunidades. Tú sabes cuales son, las leíste en los
documentos. Los espacios vacíos en el continente o en el mar, son cárceles a
donde envían a la gente con la mente semi-borrada. Todo es un teatro, un
simulacro”. Me aparto violentamente de él y empiezo a dar vueltas, rabioso. “¿Y
las criaturas en el mar?, ¿y los datos obtenidos en mi misión?” “Todo es
falso”, me responde. Lo miro profundo a los ojos, por un tiempo que parece
eterno. “¿Y tú?”, le pregunto. Se queda callado. Se aparta de mí y decide
sentarse. Sólo entonces vuelve nuevamente a hablar. “Tu y yo nos fugamos de la
cárcel del Dorado. Sí, nosotros dos. En Cumaná, nos separamos. Por una extraña
coincidencia, nos volvimos a ver en la isla. En el momento en que llegaste, yo
ya había pasado por todo lo que tu ibas a empezar a pasar: la esclavitud, un
amo (mi amo se llamaba T), ver el ajusticiamiento para asustarnos, escuchar la
historia de las criaturas del mar y los condenados, trabajar en textos, etc. Un
día, salí a dar una vuelta y encontré una pequeña cueva. Era una vía extensa de
comunicación en la isla. Abajo, estaban todos los implementos tecnológicos con
los que puedas soñar. Cámaras en todas partes, registros de cada habitante. Es
una farsa, dentro de una farsa, dentro de una farsa. Cuando me percaté que tú
abriste los ojos, me ofrecí a ayudarte. Y aquí estamos. La sombra roja tomó el
mundo, Ismael, en especial en América. Las buenas intenciones de los fundadores
de cada comunidad quedaron en el papel o en su muerte. Así como las de
Hithloday. Solo quedamos nosotros dos y otros fugados más, avanzando por la
tierra en este continente”. Se detuvo para beber agua; me ofreció, pero
decliné. Siguió: “tu memoria fue afectada porque en El Dorado sufriste tortura.
Una grave y constante tortura. Y también es posible que hayan colocado una
segunda cámara en tu otro ojo y no lo sepas. Yo, Seamus, también trabajo para
Leonor, pero por mi lado, soy demasiado anárquico para seguir muchas órdenes.
Pero se me pidió el favor de que te llevara conmigo, y aquí estás. Listo,
misión cumplida. Ahora cada quien puede tomar su camino; yo, hacia el llano,
tú, hacia Manoa”. Decidí entonces sentarme para intentar hilar mejor tanta
información. Estiré las piernas y escuché truenos en la lejanía. Llovería más
tarde. “Puedo entender todo lo que me dices, Seamus, pero no entiendo aun las
criaturas del mar. Son cadáveres, cuerpos. ¿Qué hacía uno de ellos con
tecnología?”. Seamus ya estaba perdiendo la paciencia. “Ismael, no lo sé.
Quizás fue el primer dispositivo desarrollado antes de la catástrofe, quizás ya
los avances de la ciencia eran significativos pero reservados a unos pocos,
quizás tuvimos suerte que Pirata capturara precisamente ese. No lo sé. Solo
quiero irme a continuar mi camino. Espero estés bien, ya cumplí lo que prometí
a Leonor y ella me está viendo por tu cámara ahorita, así que, adiós”. Me dio
la mano y se fue. A los pocos metros, se volteó y gritó: “A Pirata lo devoraron
los tiburones: no creas en muertos vivientes”. La lluvia comenzó pocos minutos
después.
Sábado, hora Nona.
Tomé el camino hacia los valles. Recordé que Seamus se
había llevado una de las tabletas y por un momento lo lamenté. En verdad, uno
de los dos sería apresado. Espero solamente que algunos de los datos se salven,
pues no estoy seguro de que todo haya llegado a Leonor, o haya sido
interceptado. En cualquier momento me quedaré sin alimentos y quizás sin las
cápsulas de agua.
Sábado, Vísperas
Pude escuchar dos de los mensajes que Leonor me envío
estando en el mar. Creo que mientras avance el tiempo, otros podrán
desplegarse. Dicen lo siguiente:
Las criaturas son
cadáveres de la catástrofe, intervenidos genéticamente para dar terror a los
navegantes que se fugan. Son activados sólo cuando eso sucede. Por eso pudiste
llegar sin problemas a la isla. Pirata fue enviado allá por nosotros.
Seamus es mi esposo.
La tableta estaría a salvo entonces. Seguiré avanzando.
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