domingo, 7 de junio de 2009

Los italianos

Los italianos

¿Cómo se comenta, se cuenta, el viaje de otro?, ¿con qué palabras se puede referir uno a las palabras del otro?. Hacia 1937 Mariano Picón Salas visita Europa. Escribe sendas meditaciones alrededor de Francia y Alemania, además de España y Bohemia. De estas notas, reseñan de viaje que hace don Mariano, me sacude la que hace de Italia. Picón Salas se da cuenta desde un principio que esa maravilla de país ha sido comentada por muchos y, más aún, en esos comentarios surgen generalmente los mismos asombros, con palabras de distintos talantes. Goethe, Stendhal, Durero, Burkhardt, Simmel, Nietzsche, Mann, Manuel Díaz Rodríguez. Generalmente todos comienzan el viaje por el norte y sus primeras escalas son Milano y Venecia. Me he preguntado muchas veces si el hecho de que las estadías de Gracilaso de la Vega fueron hacia el sur haya determinado la referencia a sus pisadas en la Bota. Gracilaso visitó y vivió en el sur de Italia como militar y por él, encontramos la primera reforma de la poesía escrita en español, gracias a las influencias del metro italiano. También le deben los ingleses: Shakespeare, Byron, Shelley. Aparentemente, el norte trae luces y tradición del contar. Picón empieza su viaje por Venecia, continúa hacia Ferrara y Rávena y termina en Florencia. Él, al igual que Díaz Rodríguez (cosa venezolana entonces) no deja de sorprenderse con la belleza de sus mujeres. Las sigue, admira y escribe. Se fija en las estudiantes: “estas muchachas que son el más vivo y bello pueblo que exista en Europa, se esparcen con sus pizarras y sus libros por entre el laberinto de las calles, tarareando sus canciones”.Más adelante se fijará en las formas de ellas: reconoce a Botticelli andando por las calles.
Picón Salas toma como compañeros de viaje a Stendhal y a Burkhardt. Dialoga con el francés y el alemán. Para los tres, Italia es la casa del sol y la primavera. Lírica y conmovedora es la exaltación de Stendhal de sus helados y el café, melancólica además. La sensibilidad de los italianos para él es viva e irritable. Se desvive por su chocolate y su Panettone así como por la música de Rossini: “música del estómago bien comido y del corazón bien regado, música que está-al alcance de cualquiera- en el aire de Italia y la contiene en sus vinos y los quesos y el imponderable café negro de los italianos”. Y más adelante: “Italia es la patria de la melodía, y la melodía significa la aventura puramente humana de los corazones”. La melodía tiene mucho que ver con la medida. Al hablar del arte en Italia, Stendhal hace hincapié en que la raza ardiente de los italianos encontró el arte para librarse del crimen o para purgarlo. Las pasiones pueblan el alma italiana. Se debate, de manera parecida a los españoles pero también de muy distinta manera (son dos talantes diferentes), entre cierto ascetismo y una pulsión pagana de la vida. Creo que por ello encontramos figuras como Galileo, Bruno, Savonarola, Leopardo, Pasolini: hombres que hicieron de una pasión de la tierra y el cielo, una forma. La fiereza y la vehemencia italiana se concentran en su arte, refinándose.
Tensa, densa, profunda la visión del catolicismo, de la política italiana por parte de Burkhardt. Para él, la gran pregunta es: “Mirar a Italia es pensar lo que seríamos sin ella”. Italia es la Arcadia alemana. La tierra de la luz, el equilibrio que sostiene a Europa, y con ello, hago peso en los espíritus del continente. “En solo doscientos treinta años, precisamente entre 1300 y 1530, aquí se crearon las grandes formas de la felicidad de que ha disfrutado plenamente nuestra civilización. La sombría danza de la muerte aquí se convirtió en animada danza de la vida. Emana de la tierra italiana, como de ningún otro suelo europeo, una poderosa voluntad enérgica”, nos dice. La línea de sus formas, su belleza concreta, la búsqueda interior del hombre la recorre.
Ardor en la medida. Esa es para mí la definición de Italia. La he encontrado en sus obras, sus calles, su comida, en los cuerpos de sus mujeres. Al igual que Picón Salas, los viajes que he realizado a Italia los he hecho con acompañantes literarios (la guía Manuel Díaz Rodríguez y de Alejandro Oliveros , por ejemplo). Encontré similitudes en las impresiones, a pesar de mediar más de cien años entre el viaje del primero y el mío. Más de dos mil años de impresiones semejantes hay. Y nunca pasa su belleza.

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