lunes, 6 de julio de 2009

Alejandro Rossi, humorista, filósofo, prestidigitador, especialista en aduanas

Alejandro Rossi nació en Florencia en 1932, de padre italiano y madre venezolana, descendiente del general Páez. Vivió su infancia en Venezuela, su adolescencia en Argentina, y realizó sus estudios de Filosofía en México, bajo la influencia de José Gaos. Posteriormente realizó estudios de Filosofía analítica en Alemania, Inglaterra y Estados Unidos. Residió en México durante la mayor parte de su vida, con vistas frecuentes a Venezuela desde niño. Rossi nunca abandonó la ciudadanía venezolana sino hasta 1995. Amigo de Octavio Paz, fue miembro del consejo de redacción de las revistas Plural y Crítica desde su fundación. Premio Xavier Villaurrutia, Doctor Honoris Causa por la Universidad Central de Venezuela, hace muy poco fue publicada su Obra Completa por el Fondo de Cultura Económica de México y Fundación Bigott, bajo la guía de Antonio López Ortega, editó algunos de sus ensayos. Genio del humor, la inteligencia, el detalle,la claridad, Rossi abordó la literatura desde su sentido lúdico último: quebrar los límites de los géneros, hacer de ella un espacio para el desconcierto, la amistad, el sentido común y la entereza. Autor del célebre Manual del distraído, editado por Monte Ávila editores a finales de los años setenta y reeditado por el Fondo de Cultura, Rossi logra trazar en este libro extraño la presencia de la paradoja, el asombro, y la ironía en casa una de sus páginas. Textos como "la página perfecta", "crónica americana", "calles y casas", "la defensa inútil", marcaron a muchos, entre ellos yo. La primera vez que leí en un libro una frase como esta: "Tuve una novia extraña. Me confesó que era criptojudía y yo pensé-en mi ignorancia cristiana-que era una secta erótica. Durante meses esperé la invitación", entendí muchas cosas de la literatura, o simplemente me decidí empezar a explorarlas. Rossi asumió una épica de la cotidianidad emulada por pocos con tanta exactitud verbal.Conocí en Rossi, hace unos dos o tres años. Ya respiraba mal, tenía que movilizarse lentamente y siempre con oxígeno. Su amabilidad, su simpatía me cautivaron. Alejandro Rossi es de esos autores que, en su humildad, sencillez y profunda lucidez, te despiertan las ganas de imitarlo. He querido ser como él. Gracias a los dioses que no lo he sido ni lo seré, porque era único, un ser extraño y maravilloso que me abrió tantos caminos. No pude nunca hablar mucho con él, su salud se lo impedía, a pesar de que intentaba con un esfuerzo sobrehumano mantenerse firme ante su falta de aire. Hubiera querido decirle tanto. Desde aquí, le prometo intentar imitarlo lo mejor posible. No con éstas palabras, tan vanas, ni con la leve lágrima que se asoma sin mucho ruído, sino con la lectura y relectura de sus libros, con comentarlos con mis amigos (siendo la amistad lo que más amaba). Con ese extraño limbo que es ser uno mismo, siendo tantos. Con extrañarlo.

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