lunes, 6 de julio de 2009

El busto de Diego Ibarra

Los bustos son anónimos. No solemos identificar realmente de quién son. Lo sabemos por la plaquita que nos dice nombre, apellido y suceso heroico o de otra índole que le debemos. Nadie identifica realmente que el busto de Gallegos que está en San Cristóbal es de Gallegos, por ejemplo. O la estatua del prócer mexicano que está cerca de la estación de Bellas Artes es de alguien que no es de aquí. Sólo el afán guzmancista de tener una estatua o busto de Bolívar en cada plaza mayor (suceso que empezó a hacer piso en este sentirnos tan fregados) logró que identifiquemos a Bolívar. A un Bolívar que generalmente no era como aparece en la mayoría de esos bustos o estatuas además. Recuerdo una de las historias de mi padre: celebraban el décimo aniversario (creo) de graduados de subtenientes del Ejército sus compañeros y él y decidieron develar un busto de Diego Ibarra, prócer que da el nombre a su promoción. Para ello, envían a Papá, elegante, gocho y educado en uniforme de gala junto con otro compañero a casa de las Álamo Ibarra, herederas del prócer, a participarles de tan importante hecho. Llegaron, comieron con ellas y platicaron. Días después, horas antes del acto, el busto no aparecía. Se esfumó, pues, en algún depósito. Serrano Zapata, compañero de papá, aseguró a su Coronel que lo conseguía. Las horas pasaban y se acercaba el momento de develarlo. Todos eran presos de acidez estomacal. Las Álamo ya habían llegado, además de múltiples personalidades. Entonces, como super héroe que aparece de pronto, llega Serrano Zapata con un busto, lo coloca y lo tapa. Listo mi comandante, encontrado. Comienza el acto, con todas sus formalidades militares. Y develan el busto. Aplauden, brindan, conversan, dicen palabras, se despiden. Cuando están por retirarse, se acerca el Coronel fúrico, hecho llamas y centellas donde Serrano Zapata y lo increpa:¡¡¡¡ Serraaaanoooooooooooo!!!, ¡¡¡¡quién le dijo a usted que esa vaina es el busto de Diego Ibarra!!!!!. Nadie lo había notado. Sólo los de la promociónque sudaban y sudaban mientras el acto transcurría, bajo la mirada compasiva de las doñitas viendo a esos jóvenes sufriendo bajo el sol. Mi comandante.......es que no lo conseguí nunca. Pero apareció ese fíjese, y funcionó perfectamente, dice descaradamente Serrano. Por años, ese busto permaneció ahí y nadie se dió cuenta de que no era Diego Ibarra. Mucho tiempo después, caminando, mi padre se encuentra con su antiguo Coronel. ¿A que no adivinas Ramírez?, por fin conseguimos el busto de Diego Ibarra. Lo malo es que ahora la gente dice que no es ese. Papá sonríe, suelta una carcajada y sigue, impávido, su destino caminando.

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